Por Nassar Echeverria

Nuevamente observamos un fallido intento de la Organización de Estados Americanos (OEA), para tomar una resolución sobre la crisis política en Venezuela. En los dos últimos años se ha producido la misma tendencia, aunque ha crecido el aislamiento diplomático del gobierno de Nicolás Maduro. Esta situación ha originado que la derecha en América Latina catalogue a la OEA como un organismo incapaz de solucionar nada. Por su parte, los países del ALBA consideran esta parálisis como una enorme victoria política.

¿Se debilita la OEA?

A instancias de Estados Unidos, el pasado 31 de Mayo los cancilleres de la OEA se reunieron en Washington para tocar el tema de Venezuela, pero no lograron la mayoría necesaria. La decisión se pospuso hasta la realización de la 47 asamblea general de la OEA, la reunión más importante de ese ministerio de colonias de Estados Unidos.

Pero en esta última reunión tampoco se lograron los votos necesarios para impulsar una decisión (20 países apoyaron la propuesta del bloque Canadá, Estados Unidos y México), y Venezuela logró mantener los votos de Bolivia, Nicaragua, El Salvador y los pequeños países caribeños agrupados en el CARICOM. De esta manera, se volvió a estancar una resolución sobre Venezuela.

En su época de esplendor, cuando los precios del petróleo eran altísimos, Hugo Chávez promovió la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), como una OEA renovada pero sin Estados Unidos. A inicios de Mayo de este año, por iniciativa de Venezuela, se realizó en El Salvador una reunión de cancilleres de la CELAC, la que no pudo tomar ninguna resolución de apoyo a Venezuela, por falta de quorum.

Aunque ni la OEA ni la CELAC han podido tomar resolución alguna, la tendencia es al debilitamiento del proyecto de la CELAC y un relativo fortalecimiento o revitalización de la OEA, lo que es el resultado directo del proceso de derechización en América Latina.

Lo que realmente se cocina: un dialogo bajo supervisión de la OEA

En la fracasada reunión de Washington, un funcionario del Departamento de Estado de los Estados Unidos, indicó cual es el plan estratégico para terminar con la crisis en Venezuela: “la posibilidad de crear un grupo especializado, un grupo de contacto, de países seleccionados para acompañar un nuevo proceso de mediación o negociación (…) buscar una forma de acompañar a la oposición y también al gobierno venezolano para que todos tengan esta oportunidad para trabajar por una solución pacífica para sirva a los intereses de todos (…) No será la última reunión de esta calidad, dado la crisis y las circunstancias especiales en Venezuela”.

Aunque se habla mucho en los medios de comunicación de la aplicación de la Carta Democrática de la OEA, en realidad lo que los cancilleres están tratando de impulsar es un proceso de dialogo en Venezuela, bajo la supervisión de la OEA. Hasta el momento, en medio de una gran crisis, el gobierno de Nicolás Maduro, ha maniobrado con las diversas mesas de diálogo interno, ha impedido la realización de elecciones regionales y, lo más importante, ha evitado la implementación de referendo revocatorio. La propuesta de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente es, en realidad, una gran maniobra distractora para elevar la parada y ganar tiempo preciso mientras finaliza el sexenio de Nicolás Maduro.

Aunque todas las fuerzas políticas, tanto al interior de Venezuela, como en el plano internacional, están de acuerdo en el dialogo (nadie quiere una insurrección contra el gobierno de Maduro) la diferencia esta precisamente en la creación de un grupo de apoyo al dialogo en Venezuela.

En la fracasada 47 asamblea general de la OEA en Cancún, el canciller de República Dominicana planteó la creación de una comisión de países integrantes de la OEA que acompañen a un proceso de dialogo a establecerse entre el gobierno y la oposición venezolana. El Vaticano aplaudió inmediatamente la propuesta.

Las fisuras dentro del chavismo alientan la negociacion.

Ha contribuido a la aparente parálisis de la OEA, y al fortalecimiento de la tendencia negociadora, las recientes fisuras en la alta cúpula del chavismo. La Fiscal General de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, ha pedido la destitución de una docena de magistrados, y se ha pronunciado contra la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Irónicamente, la oposición burguesa de Venezuela, agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), ha cerrado filas con la Fiscal General.

Lo impensable comienza a ocurrir: un sector del chavismo se muestra dispuesto a mantener la institucionalidad, desligándose del desprestigiado gobierno de Nicolás Maduro, quien pasara la historia como un verdadero chivo expiatorio.

El general Alexis López, secretario del Consejo de Defensa de la Nación (CODENA), renuncio a su cargo, expresando críticas públicas a Maduro. Las fisuras del chavismo alientan el proceso de negociación, con o sin la OEA.

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