Por Orson Mojica

La crisis económica y política en Venezuela ya lleva varios años, y al parecer no hay salida inmediata. Mientras tanto las consecuencias de la crisis la están pagando las masas trabajadoras.

Los giros de la OEA

El mandato del chileno José Miguel Insulza como secretario general de la OEA se produjo en el periodo de ascenso del chavismo. La diplomacia petrolera de Venezuela dio como resultado que el chavismo ejerciera una notable influencia dentro de la Organización de Estados Americanos (OEA) que, aunque seguía siendo un ministerio de colonias del imperialismo norteamericano, estas no obedecían al pie de la letra el mandado de Washington.

El cambio de personajes en la secretaría general de la OEA, con la elección casi unánime (con el voto de Venezuela!) del ex canciller uruguayo Luis Almagro, en Mayo del 2015, produjo un cambio sustancial dentro de la OEA, que fue en última instancia el reflejo del cambio de correlación de fuerzas en América Latina. Se iniciaba el declive de los gobiernos populistas de izquierda, y comenzaba la profunda crisis económica y social en Venezuela, el país que fue el soporte principal del proyecto de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA).

La primera ofensiva de la OEA contra el chavismo

Cuando fue canciller, Luis Almagro participó activamente en una comisión de UNASUR que buscaba el dialogo en Venezuela, pero una vez electo secretario general de la OEA cambio su rol, de amigo del chavismo a su más acérrimo crítico. Un año después de su elección, Almagro encabezó una enorme ofensiva política y diplomática contra el chavismo. Por eso, con justa razón, Nicolás Maduro le llamó “traidor”.

La primera gran confrontación entre el gobierno de Nicolás Maduro y la OEA se produjo en torno a la propuesta de vigilar u observar las elecciones legislativa del 6 de diciembre del año 2015, algo que el gobierno de Maduro rechazó tajantemente.

El primer gran intento por incluir a los cancilleres de la OEA en una salida negociada a la crisis de Venezuela, ocurrió en septiembre del año 2015, cuando Colombia intentó involucrar a la OEA en la crisis fronteriza, bajo el pretexto de contribuir a detener el éxodo de venezolanos hacia Colombia, pero no lo logró. La frustración de la canciller colombiana quedo reflejada en sus declaraciones: “Hay que replantear un poco para qué está la OEA, porque si no es capaz ni siquiera de hacer un foro sobre un tema de violación de derechos humanos, uno se pregunta: ¿Esos foros multilaterales finalmente cómo es que logran tener decisiones que favorezcan a los países?”(El País, septiembre 2015)

La derecha se toma la Asamblea Nacional

Las elecciones del 6 de diciembre del 2015 significaron un triunfo para la oposición de derecha, la misma que había sufridos aparatosas derrotas electorales en la época de Chávez, cuando los precios del petróleo le permitían destinar recursos para fortalecer la base electoral del chavismo.

Este giro a la derecha de las masas, tiene su explicación en el deterioro de las condiciones de vida, y no es tanto un problema ideológico. Sin recursos económicos que repartir, el chavismo comenzó a sufrir una grave erosión social que lo tiene al borde de perder el poder.

Ante el triunfo electoral de la derecha, el gobierno de Maduro mantuvo una política dual. Por un lado, el boicot y el desconocimiento político a los resultados electorales que llevaron al triunfo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la coalición derechista. Por el otro, presionado por diversos países, intento algunas formas de dialogo, pero en el fondo fueron maniobras políticas destinadas a ganar tiempo.

La suspensión del revocatorio y de las elecciones regionales

A finales de octubre del 2016, el Consejo Nacional Electoral (CNE) bajo el control del chavismo suspendió los tramites del referéndum revocatorio, bajo el pretexto de detectar algunas irregularidades relacionadas con las firmas. Este fue un balde de agua fría para la oposición que consideraba que el referendo revocatorio era una salida a la crisis política.

De igual manera, el CNE no convocó a las elecciones de gobernadores que debían realizarse en diciembre del 2016, posponiéndolas para junio del 2017, violentando un mandato de la Constitución.

La oposición de derecha en Venezuela no quiere, bajo ninguna circunstancia, derrocar al gobierno chavista por métodos revolucionarios. Todo lo contrario: ha esperado pacientemente el momento de canalizar el descontento social por la vía electoral. El chavismo le ha cerrado temporalmente las puertas a esta opción, esperando el momento oportuno para hacer concesiones.

La maldita dependencia del petróleo

El 95% de los ingresos de Venezuela dependen del petróleo y sus precios en el mercado internacional. La crisis económica de Venezuela, otrora un país con muchos recursos, tiene su origen en la caída de los precios del petróleo. Entre 2014 y 2015 los ingresos por la renta petrolera pasaron de 39.716 millones de dólares a 13.236 millones; mientras que en 2016 batieron un nuevo récord a la baja: 5.291 millones. Otro dato, si cabe más contundente: en los últimos dos años y medio, un período que va desde finales de 2014, todo 2015 y todo 2016, Venezuela ha pagado algo más de 60 mil millones de dólares en compromisos internacionales (Telesur)

Sin recursos económicos, el chavismo ha perdido base social de manera acelerada. El modelo del socialismo del siglo XXI”, basado en los petrodólares, ha demostrado su rotundo fracaso. La crisis política se ha agudizado por la severa crisis económica.

El fracaso de los diálogos

Desde que estalló la crisis económica y política, el chavismo ha maniobrado con diversas formas de diálogo. Una misión de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) intentó vanamente mediar entre los bandos en lucha. Otra misión de los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero de España, Martín Torrijos de Panamá y Leonel Fernández de República Dominicana, también fracasó en todos los intentos de negociación. Incluso, un delegado de El Vaticano participó en uno de estos diálogos, pero tuvo que salirse por la negativa del gobierno de Maduro de cumplir con los compromisos mínimos.

La estrategia del chavismo es resistir al máximo, incluso amenazando con la guerra civil, para poder negociar en una mejor posición de fuerzas. Mientras tanto, Venezuela se hunde en la miseria y la barbarie. El gobierno de Maduro resiste apoyándose, ya no en el movimiento de masas, como en la época de Chávez, sino en el aparato del Ejercito, el gran arbitro.

La segunda ofensiva de la OEA

La 46 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) se reunió del 13 al 15 de junio del 2016 en Santo Domingo, República Dominicana, con la presencia de los 27 cancilleres de la región, incluido John Kerry, pero no se tocó el tema de la crisis en Venezuela, a pesar que ya existía una convocatoria para el 23 de junio en Washington para discutir la crisis en Venezuela, y la posible aplicación de la Carta Democrática de la OEA.

Pero en la reunión en Santo Domingo, a parte de los contactos informales entre los cancilleres, la OEA no logró reunir una mayoría de votos suficientes para intervenir en la crisis venezolana. Lo mismo ocurrió con la reunión de cancilleres el 23 de junio del 2016, convocada para discutir la crisis venezolana. En esa ocasión, Venezuela logró atraer 12 votos y de esta manera no hubo quorum necesario para decidor sobre el envió de una misión diplomática de la OEA a Caracas, mucho menos aprobar la aplicación de la Carta Democrática de la OEA contra Venezuela.

La reunión del Consejo Permanente de la OEA

Pero a finales de marzo del 2017, Luis Almagro volvió a la carga contra el gobierno de Nicolás Maduro. Después de un intenso cabildeo, Almagro logró reunir 14 votos de cancilleres para convocar a una reunión del Consejo Permanente de la OEA con el objetivo de discutir la crisis en Venezuela. Los cambios de gobierno en Brasil, Argentina y Perú, se hicieron sentir en la nueva correlación de fuerzas dentro de la OEA. Después de un forcejeo, al final 20 países propusieron una hoja de ruta “para restaurar la democracia en Venezuela”.

No propusieron una resolución para derrocar al gobierno de Maduro, sino iniciar una transición. Todos los gobiernos del continente, incluido Estados Unidos, tienen un profundo temor al estallido de una guerra civil que puede desestabilizar la región. Las vacilaciones de la OEA tienen un mensaje claro: las presiones diplomáticas persiguen el objetivo central que el Ejercito de Venezuela tome la decisión de solucionar la crisis, que sean las propias fuerzas armadas la que impongan una salida a la crisis política, sea suplantando a Maduro o por cualquier otra vía.

¿Comienzan las concesiones?

Después de la última reunión de la OEA, hay un impasse que tiende nuevamente a abrir una etapa de negociación. El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de oficio revisó las sentencias por medio de las cuales le había quitado los poderes legislativos a la Asamblea Nacional en manos de la oposición de derecha. Nicolás Maduro pidió al Consejo Nacional Electoral (CNE) que programa las elecciones de gobernadores, que habían sido pospuestas. Pero no todas son concesiones, al mismo tiempo se anunciaba la inhabilitación política de Enrique Capriles, el excandidato presidencial de la MUD y actual gobernador del Estado Miranda.

Es hora de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente

La crisis en Venezuela exige una salida inmediata. El chavismo en aras de retener el poder, tiene la estrategia de resistir al máximo, aun contra la voluntad de la mayoría de los venezolanos. Utiliza su control sobre la parte de la población que todavía le apoya, para evitar un estallido social, como lo fue en su momento el Caracazo. Pero al resistirse a utilizar los mecanismos democráticos que el propio Chávez instauró y consagró en la Constitución, está renegando de su pasado democrático.

La salida a la crisis debe ser democrática, de manera que la mayoría del pueblo decida el futuro del gobierno de Maduro, y si se debe respetar la Constitución heredada por Chávez o redactar otra, que refleja más los intereses de los sectores populares. Lo anterior no significa apoyar a la MUD o ser comparsas de la ofensiva imperialista a través de la OEA, sino todo lo contrario: la izquierda venezolana debe reagrupar a las masas trabajadoras, desligarse de los brutales errores del gobierno de Maduro, y decidir democráticamente el futuro a seguir, defendiendo a capa y espada las conquistas de la revolución bolivariana.