Por Otto Van Der Velde Q.

PROLETARIO No. 16

Año 5 Septiembre 2009

El 28 de agosto del año en curso, concluyó la Conferencia de la Unión Suramericana (UNASUR),  evento inicialmente convocado para sancionar el establecimiento y  uso de 7 bases militares norteamericanas de carácter ofensivo- estratégicas, levantadas de Norte a Sur en el territorio colombiano que apuntan fundamentalmente a Venezuela, Ecuador y Brasil.

Como ya explicamos en nuestro artículo sobre el golpe militar de Honduras “De Gorileti a Uribeti”, publicado amablemente por la redacción del periódico alternativo “Epa- Parroquia” (No 16 de agosto) y en nuestro periódico El Proletario del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT- número de septiembre), las repudiadas bases imperialistas actúan como un anillo militar ofensivo contra Venezuela y los países de MERCOSUR, no afectos al plan del Tratado de Libre Comercio estadounidense (TLC), algunos de ellos partidarios del ALBA y de cierta inclinación nacionalista.

Con estas nuevas y renovadas instalaciones, tanto el sistema militar del Pentágono norteamericano como el Presidente Barak Obama – quién hace muy bien su papel de imperialista bueno- y su amanuense colombiano Álvaro Uribe, completan la disposición de las 26 bases militares de intervención yanqui en el área, incluidas las que funcionan en la región caribeña.

Aunque ciertamente la última reunión de UNASUR celebrada en Bariloche, no cubrió las expectativas previas a ella, el hecho mismo de la multitudinaria reunión tiene algún significado para analizar la nueva correlación de fuerza latinoamericana, sus prudentes alcances solidarios y los propósitos y debilidades del progresismo nacional, como tesis oficial del nuevo nacionalismo latinoamericano, frente a la crisis histórica al capitalismo norteamericano y mundial.

Después  de los resultados obtenidos por la OEA en el golpe militar en Honduras, de mucho ruido y pocas nueces como dicen los españoles, la política internacional del “nacionalismo progresista” latinoamericano - que carga internamente con una fuerte presencia nacional burguesa - reveló - apartando la unidad formal- un apreciable límite ideológico de sus miembros, precisamente en los temas de contenidos sobre el problema nacional y la soberanía, cuando esta es usada como trampolín geopolítico del imperialismo. Además de otras contradicciones de intereses  manifiestos en la intimidad de los congregados.

Este cuadro volvió a aparecer en UNASUR. Excepto un par de discursos algo radical de algunos Presidentes centrando el punto – mencionemos la intervención del Presidente de Bolivia Evo Morales o la del Presidente ecuatoriano Rafael Correa e incluso  considerando el  inexplicable silencio del Presidente Chávez,  previo al encuentro uno de los críticos más fogosos contra las bases militares- los 8 puntos de la Declaración final del Evento, no guardaron correspondencia política con las furiosas condenas previas de sus asistentes.

Tampoco dicho acuerdo cuadra con las denuncias hechas en la propia reunión sobre las  cuestionadas bases imperialistas. La resolución aprobada por unanimidad de que “La presencia de tropas extra regionales no pueden amenazar la soberanía de los países miembros ni la paz regional” refleja temor y una diplomacia confusamente nacionalista capaz de aceptar “La presencia de tropas extranjeras...” en el territorio de UNASUR, siempre y cuando las cañoneras yanquis prometan que usaran las terribles bases militares solo para que sus soldados jueguen base ball y se asoleen un poco..

La importante Reunión  cuyo objetivo central era una condena firme a la instalación de bases militares norteamericanas en el Continente, se convirtió pues en un curioso Parto de los Montes, regido por el criterio de “respetar la soberanía de Colombia” como si de eso se tratara y no de que las bases militares vulneran la soberanía del Continente y particularmente de las naciones del Sur. La defensa de ese concepto fue anunciada de antemano por “la socialista” M. Bachelet y por el “obrerista” Lula, amen de la posición pro norteamericana incondicional del Presidente de Perú Alan García.

Definitivamente todo en familia. Al punto de que el Episcopado de Colombia –tan reaccionario como el venezolano- celebró el resultado diciendo que ese“puede ser el principio de la distensión con los vecinos” (Bogotá 30 de agosto de 2009)

Viéndolo desde este punto de vista, podremos señalar que la critica del grave asunto, se simplificó y personalizó en el Presidente colombiano Álvaro Uribe, quien asumió gustoso su papel como secretario de reclamos de la oligarquía colombiana y del imperialismo norteamericano. A fin de cuenta, ni dicha burguesía ni los paramilitares colombianos quedaron mal parados en la “encerrona”. El principal acusado – la política interventora del imperialismo norteamericano- israelí, salió prácticamente sin un rasguño del fogoso Encuentro.

En efecto, la resolución más radical de UNASUR en la esperada condena de las bases militares imperialistas, se limitó de hecho a reproducir los Estatutos de la ONU que prohíben las violaciones extra- territoriales, en forma tan genérica e inocente que para un  lector poco avezado en esta materia, le resultará difícil entender la causa de la Reunión.

Obviamente no era eso lo planteado ni lo requerido. Lo menos que se esperaba era una enérgica condena de UNASUR al establecimiento de bases militares imperialistas reconocidas como instalaciones desestabilizadoras de la región, al punto de que la alta oficialidad admite públicamente, a través de la Associated Press.,que la idea es hacer de Colombia un centro para las operaciones del Pentágono” ( V. Noam Chomsky “Militarizando a América Latina. Ultimas Noticias 13 de septiembre 2009).

A pesar de todo ello prácticamente el imperialismo norteamericano no fue tocado ni con el pétalo de una rosa. Uribe cargó personalmente con los señalamientos tal como planificaron Washington y sus aliados.

Peor aún, mientras que el imperio norteamericano- que ha admitido través del Embajador Patric Dudy tener unos miles de soldados y mercenarios en Colombia- sale liso de la Cumbre, los movimientos revolucionarios armados de Colombia, que luchan contra el imperio y la sangrienta oligarquía colombiana, es decir, las FARC y el ELN, llevaron lo suyo en la resolución de UNASUR, que rechazó en forma sibilina la “presencia o acción de  grupos armados al margen de la ley” en la región. Condena que suponemos hizo inmensamente feliz a los escuálidos de Colombia y Venezuela.

Muchas razones ideológicas, geopolíticas, históricas incluso, podrían darse para explicar tal inconsecuencia de nuestros vehemente patriotas, respecto al enemigo imperialista y la oligarquía, razones que van desde los malabarismos políticos de la Presidenta de Argentina Cristina Kichsner hasta los sudores capitalistas del brasileño Lula da Silva para abordar el tema. Amen del cinismo de Álvaro Uribe y Alan García.

Pero una razón destaca sobre las demás razones: la compra de armamento que crece en la región, codo a codo con la lucha del capitalismo por controlar el mercado de la guerra,  dentro  de la crisis global del sistema,. La ferocidad de la competencia entre las potencias capitalista, aumenta en la misma proporción de sus colapsos económicos internos: $12.317 millones desembolsará el Estado brasileño al imperialismo francés en la compra de 36 aviones de combate, 10 de transporte militar, 50 helicópteros y 5 submarinos, proyectiles etc. – el negocio incluye un submarino nuclear.

A la par de esto Estados Unidos informa de un aumento del 50%  -$37.800 millones- en su venta general de armamento; Italia $3.700 millones; Rusia  $3.500 millones que incluyen las ventas hechas a Venezuela-  Colombia $ 22000 millones (V. Brito García 6 agosto 2009).

Según el informe del 10 de septiembre del Secretario General de la ONU Ban Ki Mon.  El gasto mundial en la carrera de venta de armamento alcanzó 1 billón de dólares. Pero el solo mantenimiento de todas las bases le cuesta al contribuyente norteamericano $250 mil millones por un valor general de $650.100 millones.

La experiencia internacional demuestra que el recurso de la guerra ha sido siempre una salida para las crisis del capital. La venta de armamento y el drenaje de las contradicciones de clase hacia las guerras de intervención o las guerras de carácter chauvinistas, empobrecen y liquidan la fuerza de trabajo a la par que aumenta la tasa de ganancia general monopolista.

Es una ley capitalista que destruye fuerzas productivas para luego “reconstruirla” a través de pingues negocios de sus industrias y bancos.  Para la burguesía constituye una versión modernizada de las tesis del cura Malthus, que justifica acabar, en unos cuantos años de guerra,  con la vida inocente de millones de personas y propiedades “excedentes”,  a fin de “equilibrar”  la economía capitalista. Exactamente esto hacen las fuerzas anglo norteamericanas y los alemanzotes de la señora Merkel en Irak y Afganistán, bombardeando refugios infantiles

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