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Por Ramón Poblete

Los días 4 y 5 de abril, 290 delegados de 80 organizaciones políticas y sociales de izquierda se reunieron la sede del histórico Sindicato N° 1 de Madeco para constituir el MPT, Movimiento por los Pueblos y los Trabajadores. Se trata del evento de convergencia política más amplio e importante dentro del proceso general de realineamiento de las fuerzas políticas que está en curso en la izquierda. Con voluntad de construir mayorías, una clara identidad clasista y un fuerte compromiso con la independencia política de los trabajadores, que se expresa en un nítido rechazo a ambas fracciones del bloque en el poder, la Alianza y la Concertación, el MPT tiene el potencial político para producir un viraje significativo en la coyuntura actual.

El surgimiento del MPT da cuenta de un largo proceso de reconstrucción del movimiento popular, primero social (rebelión de los pingüinos, luchas de trabajadores contratistas y forestales, etc.) y ahora político. Hasta ahora, las grandes luchas del 2006 al 2008 no habían tenido un correlato político, pues las fuerzas políticas tradicionales no apostaron por incorporar esas luchas como eje central de su estrategia política, sino sólo como un elemento de presión en una estrategia de negociaciones con la Concertación, ofreciendo gobernabilidad a cambio de cargos parlamentarios.

Con la aparición del MPT, el proceso de reconstrucción popular entra de lleno en el terreno político, pues se plantea como una fuerza que hace de la lucha social el componente central de su accionar político, buscando producir cambios sustantivos en la institucionalidad en el corto plazo y su reemplazo total en términos estratégicos. La lucha del MPT es contra la exclusión de millones de trabajadores y el pueblo, no contra la exclusión de algunos dirigentes de algunos partidos.

El MPT se plantea como un movimiento de carácter federativo, donde las organizaciones que lo componen siguen manteniendo su autonomía política. Ello da cuenta del momento orgánico de los grupos que concurren a su formación, caracterizado por una fuerte heterogeneidad en cuanto a inserción social, madurez político-ideológica y experiencia de lucha. Este es un frente único de las organizaciones que están en la izquierda de la izquierda, que han coincidido en una plataforma política común y en una voluntad de acción común para la coyuntura.

El MPT se plantea enfrentar la crisis luchando, no haciendo como que se lucha. Ello marcará una profunda disputa tanto con la izquierda agrupada en el Juntos Podemos como con la dirección burocrática y gobiernista de la CUT. El MPT no nace para garantizar la gobernabilidad para la Concertación, sino para desestabilizar la hegemonía del bloque en el poder y su expresión política dual.

La irrupción del MPT rebaraja el naipe político de la izquierda. Situado claramente a la izquierda del Juntos Podemos, que ha optado por acercarse a la Concertación y abandonar las definiciones políticas bajo las cuales se constituyó, el MPT está también a la izquierda del MAS de Alejandro Navarro. El MAS había quedado a la izquierda del Juntos Podemos más por el corrimiento a la derecha del conglomerado del PC, PH e IC que por sus definiciones políticas propias. Dicho posicionamiento es también de carácter más coyuntural y más restringido al ámbito electoral.

En el MAS se constituyó una ala izquierda con la incorporación de organizaciones como la Universidad Social y grupos de la Surda, así como de ex militantes comunistas, miristas y rodriguistas. No obstante, el control político y orgánico del MAS está básicamente en la gente proveniente del PS, como Fernando Zamorano, quien ha llevado las negociaciones con el Juntos Podemos. La presencia del MPT presionará por la izquierda al MAS, restando espacio a la posibilidad de un acuerdo con el Juntos Podemos y la Concertación.

El MPT también tensionará por la izquierda al Juntos Podemos. A la constitución del MPT concurrió el Consejo de Comités Comunistas, una fracción de izquierda dentro del Partido Comunista, así como militantes del Partido Humanista. La clara posición del MPT por la independencia política de los trabajadores, expresado en su rechazo a alianzas con la Concertación y cualquier supuesta “burguesía progresista”, necesariamente influye sobre los sectores al interior de los partidos del Juntos Podemos descontentos con el giro a la derecha de sus organizaciones.

El MPT también presionará a la CUT y su dirección burocrática, encabezada por el delegado del gobierno Arturo Martínez. En lo inmediato, el MPT se propone participar de las próximas movilizaciones convocadas por la CUT, pero dándoles un carácter clasista y claramente enfocado contra el duopolio Concertación-Alianza, convocando a la lucha callejera y la protesta popular.

La CUT es, en la práctica, una organización para contener a los trabajadores y no para conducirlos en la lucha. Dirigida por una alianza entre la burocracia sindical digitada desde el Ministerio del Trabajo y la burocracia sindical del PC, su entramado institucional está diseñado para evitar la radicalización de los trabajadores. Ello explica que un dirigente combativo como Cristián Cuevas haya sido destinado a la CUT y relegado a cargos secundarios, como forma de neutralizarlo y aislarlo de uno de los sectores obreros más combativos, los contratistas del cobre. Con ello el PC se sacó de encima a un dirigente que dificultaba el acuerdo con la Concertación y puso como su dirigente principal en la multisindical al aparatchik Jaime Gajardo, a pesar de que Cuevas fue la segunda mayoría nacional en las elecciones de la CUT, mostrando que la CUT tiene su propio sistema binominal.

El dato principal es que el MPT se plantea como una nueva conducción política para los trabajadores y el pueblo y, en ese sentido, tiene el enorme potencial de alterar el cuadro político nacional, superando este momento caracterizado por la cooptación del Juntos Podemos por la Concertación.

Para que esa potencialidad política se haga realidad, la conducción política del MTP se enfrenta a un desafío enorme: transitar de la marginalidad a la construcción de mayorías a nivel nacional. La mayoría de los cuadros del MPT se han formado en la dirección de pequeños grupos, de alcance político muy acotado y no tienen ninguna experiencia en conducción a nivel nacional. Algo de ello se puso de relieve en la jornada de clausura del encuentro. La transición será necesariamente difícil y requerirá de una gran dosis de generosidad, amplitud política y flexibilidad táctica.

El MPT tiene también debilidades que deberá enfrentar para hacer efectiva su vocación de construcción de mayorías. Hay fuertes tendencias en su interior a un cierto folklore político y culto al espontaneísmo que se expresa en afirmaciones como “el pueblo sabe muy bien quiénes son sus enemigos”, “el movimiento social determina las formas de lucha” y otras por el estilo. Hay también amenazas en el horizonte, que tienen que ver principalmente con las tensiones que inevitablemente surgirán en el proceso de realizar definiciones político-ideológicas que quedaron pendientes en la jornada de constitución. Nuevamente la generosidad, amplitud y flexibilidad serán las claves para enfrentar dicho proceso.

El sentimiento generalizado de los participantes fue de esperanza y optimismo, pues el MPT puede poner fin a una etapa caracterizada por la dispersión y la marginalidad y abrir un proceso efectivo de acumulación de fuerzas y construcción de victorias para los trabajadores y el pueblo.

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