Genaro López, dirigente obrero y candidato presidencial del FAD, durante el cierre de campaña electoral

Por Eugenio Young

Panamá, ese disputado territorio que es parte indisoluble de la nación centroamericana, sigue siendo la excepción de la regla. Así lo demuestra el resultado de las elecciones del 4 de mayo del año en curso. Mientras el conjunto de América Latina en la última década con altibajos giró hacia la instauración de gobiernos de centro izquierda, que manejan un balbuceante discurso contra el neoliberalismo, Panamá permanece como enclave de la reacción en la región centroamericana, superando incluso a Costa Rica.

En Centroamérica se sintió ese busco giro hacia la izquierda de América Latina. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua recuperó el gobierno en el año 2007. El socialdemócrata Álvaro Colom ganó las elecciones en el año 2008, reflejando un giro hacia la izquierda de las masas en un país como Guatemala, donde el terror contrarrevolucionario durante la guerra civil diezmó a las organizaciones obreras, campesinas, populares e indígenas. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) ascendió por primera vez al gobierno en El Salvador en el año 2009. Ese mismo año, el gobierno de Manuel Zelaya giró a la izquierda, provocando el temor de la oligarquía la cual organizó un golpe de Estado. En 2012 el FSLN logró imponer la reelección, pero Guatemala retrocedió a un gobierno de derecha, que reprime selectivamente a los sectores en lucha pero maneja con extremo cuidado su relación con las direcciones del movimiento de masas, especialmente con el campesinado y los indigenas. La excepción de esta situación fueron los gobiernos derechistas de Costa Rica, Panamá y en menor medida Guatemala.

Pero nuevamente la crisis económica se ha encargado de que las masas giren un poco más hacia la izquierda en El Salvador, Honduras y Costa Rica, situación expresada en los procesos electorales. El FMLN acaba de lograr la reelección por escaso margen. En Honduras el partido LIBRE, que agrupa a la mayoría de la izquierda, fue derrotado por escaso margen por el derechista Partido Nacional, pero su crecimiento fue espectacular. En Costa Rica se produjo el inesperado fenómeno del crecimiento del Frente Amplio (FA) y el ascenso al gobierno del socialdemócrata Partido Acción Ciudadana (PAC), poniendo fin al régimen bipartidista.

¿Panamá es la excepción?

La característica esencial de este giro a la izquierda de las masas en Centroamérica es que no refleja una radicalización, producto de las movilizaciones, sino fenómenos electorales que no cuestionan la existencia del sistema capitalista, y que constituyen desahogos de las masas que son canalizados a través de la institucionalidad burguesa, en donde participan las ex guerrillas y la izquierda reformista.

Contradictoriamente, mientras la marea electoral anega Centroamérica, en los dos países que han sido tradicionales bastiones de la reacción, Costa Rica y Panamá, es donde más luchas de los empleados públicos se han producido. En Costa Rica el descontento social ha ocasionado que el PAC ascienda al gobierno, con enorme crecimiento del FA.

Pero en Panamá y Guatemala parece confirmarse la teoría de la excepción de la regla. En Panamá vivimos una situación muy particular. Desde el año 2008, los empleados públicos vienen protagonizando importantes y periódicas luchas contra la ofensiva neoliberal. En momentos en que Panamá crecía económicamente, los maestros, trabajadores hospitalarios, médicos, enfermeras, hasta sectores del campesinado y los indígenas, han efectuado heroicas luchas reivindicativas, por la defensa de los servicios públicos y de sus territorios comunales. En el marco de este ascenso de las luchas de los trabajadores en Panamá, las elecciones del 4 de mayo auguraban un posible crecimiento electoral de la izquierda, pero no fue así. Por ello es necesario el debate entre la izquierda panameña y centroamericana, para descubrir las causas de esta derrota electoral.

Fortalezas y debilidades del FAD

La creación del Frente Amplio por la Democracia (FAD), un pequeño pero pujante partido obrero, asentado en los sindicatos y apoyado por varios grupos de izquierda --siendo el más importante de estos el Movimiento de Liberación 29 de Noviembre (MLN-29)-- fue producto de un enorme esfuerzo militante (obtener 80,000 firmas), que permitió vencer los obstáculos del antidemocrático Código Electoral.

En Panamá hay muchos grupos de izquierda, que manejan diferentes concepciones, pero que juntos representarían una fuerza temible. Aunque la inscripción legal del FAD representó una gran conquista de los trabajadores panameños, muchos grupos y fuerza quedaron por fuera. En la baja votación incidió, sin lugar a dudas, la ausencia de una consulta abierta a todos los sindicatos y centrales obreras de Panamá, para promover y escoger a los líderes obreros más representativos. Y no nos referimos a las elecciones internas dentro del FAD, que si se realizaron, sino que éste tenía que abrirse a todas las corrientes del movimiento obrero, para utilizar esa enorme conquista que era el registro electoral, y convertir al FAD en una opción política de masas, en un verdadero partido obrero. En cierta medida, alentados por la victoria de la inscripción legal del FAD, prevaleció el sectarismo y la autoproclamación, debilitando una opción electoral de masas.

El hecho de que Genaro López, histórico dirigente del SUNTRACS, y candidato presidencial del FAD, obtuviera solamente 10,966 votos (0,59%) nos obliga a una profunda reflexión. ¿Qué fue lo que falló?

Genaro López fue, hasta hace poco, el Secretario General del SUNTRACS, el mismo sindicato que organizó una histórica huelga de obreros de la construcción, sector que aglutina a 150,000 trabajadores. ¿Por qué los obreros de la construcción en huelga no votaron por su antiguo dirigente?

El fracaso electoral ha dado lugar a simplistas teorías, que tratan de justificar la baja votación por efectos del boom económico, así como por el corrupto y clientelista sistema electoral panameño. Es probable que estos elementos hayan incidido, pero no creemos que hayan sido los determinantes.

Lo decisivo en la baja votación ha sido el programa, la política y el discurso de la campaña electoral que manejó el FAD. Como criticamos en su oportunidad, el programa era esencialmente democrático, y por ello se diferenciaba muy poco de los partidos patronales, como el Partido Revolucionario Democrático (PRD) y el Partido Panameñista. Aunque el FAD levantó en su programa las reivindicaciones obreras, están quedaron diluidas en el discurso esencialmente democrático. Un error estratégico en la campaña electoral fue el hecho de no querer aparecer como “radicales” para no perder votos. Teniendo como contexto la huelga del magisterio y la huelga de la construcción, el eje central de la campaña electoral tenía que haber sido convertirse en tribuna de las luchas que se producían. Y aunque en determinados momentos Genaro López y otros candidatos del FAD se refirieron a las luchas, prevaleció el temor de perder votos y en realidad lo que ocurrió es que se perdió una magnífica oportunidad.

Es discutible si el nivel de conciencia de los trabajadores panameños es sindicalista, es decir, si todavía no han logrado adquirir conciencia de clase para sí. Quizá este sea el aspecto más crucial: los trabajadores luchan por sus reivindicaciones pero no dan el salto político. Pero con el discurso electoral que mantuvieron los candidatos del FAD no se combatía ese nivel de conciencia, sino más bien se adaptaba al mismo. En cualquier caso, haber desarrollado una campaña electoral basado en los puntos más sentidos de la clase trabajadora, con una clara perspectiva del tipo de gobierno que necesitan los trabajadores, hubiese dado mejores resultados y hubiera convertido al FAD en la expresión política de esas enormes luchas del magisterio y de los obreros de la construcción. Y a lo mejor no se hubieran ganado las elecciones pero sí se habrían obtenido diputados, alcaldes y representantes de corregimientos.

La campaña de Jované.

Aunque el profesor Jované llevó como candidato a vicepresidente a Alberto Reyes, secretario general de la Federación Auténtica de Trabajadores (FAT), su campaña electoral estuvo centrada en ganar los votos de la clase media. Su discurso fue igualmente democrático pero mucho más moderado, y su votación fue ligeramente superior a la del FAD: 11,123 votos (0,6%).

Si sumamos los votos de Jované y Genaro López obtenemos 22,089 votos (1,19%), una votación significativamente baja en relación a 1,886,208 votos emitidos.

El hecho de que la izquierda haya asistido dividida a las elecciones del 4 de Mayo, ha dado lugar a teorías que convierten la necesaria unidad en un fetiche. Evidentemente que una candidatura unitaria es más atractiva, pero lo central sigue siendo el programa, la política y el discurso electoral. Entre Genaro López y Jované casi no había diferencias programáticas, al final el resultado hubiera sido el mismo aunque hubiesen marchado unidos. El problema central entonces no era la unidad sino el discurso político y electoral que manejaron los dos candidatos, que terminaron diluyéndose en el mare magnum democrático.

Los resultados electorales

Los resultados preliminares de la votación del 4 de Mayo confirman que, aunque Martinelli no logró la reelección de su partido Cambio Democrático (CD), el 98,63% de los votos fueron a favor de los partidos patronales. No se produjo una ruptura de sectores de masas con los partidos patronales. Se produjo un debilitamiento del PRD y un fortalecimiento del Partido Panameñista y su sombra aliada, el Partido Popular, pero Juan Carlos Varela, el presidente electo, no obtuvo mayoría dentro de la Asamblea Nacional. Para poder gobernar, Varela tendrá que aliarse indistintamente con CD o con el PRD.

Priscilla Vásquez, candidata a diputada por libre postulación, obtuvo 597 votos equivalente a un 0,57% de los votos del circuito 8-8. Una situación similar ocurrió con Alirio Prado, dirigente obrero que obtuvo 173 votos en el circuito 2-4, equivalente al 0,69% de los votos. Ambos obtuvieron una proporción casi igual a la de Genaro López y Jované, con la gran diferencia de que no tenían las bondades del financiamiento electoral.

El hecho de que todos los candidatos de izquierda obtuvieran proporcionalmente la misma votación pareciera confirmar la tesis de que el nivel de conciencia es sindicalista o gremialista, es decir, que los trabajadores luchan solo por sus reivindicaciones pero no logran dar el salto a la independencia política. Pero este es apenas un aspecto de la realidad. Lo determinante siempre es la política y el método de los socialistas para lograr que el programa revolucionario coincida con las aspiraciones de las masas. Esta es la gran lección de las elecciones del 4 de mayo en Panamá. No tenemos la verdad en nuestras manos, pero es nuestra obligación contribuir al debate con nuestro análisis y puntos de vista, para enriquecer la discusión.

Lo peor está por venir

Desde hace tiempo sectores de la burguesía panameña han querido cambiar la Constitución de 1972, herencia del Torrijismo. Uno de los lemas de Varela ha sido redactar una nueva Constitución. Es casi seguro que aprovechen la victoria electoral del Panameñismo en la elección presidencial, para impulsar este tipo de cambios institucionales.

Si nuestra percepción es correcta, todo indica que vamos a un proceso Constituyente, pactado en las alturas del poder, para readecuar el régimen político a las necesidades de la burguesía. Muchos de los ataques fallidos de Martinelli, como las privatizaciones, van a tratar de ser resueltos a través de cambios constitucionales, aprovechando la debacle electoral de la izquierda.

Por ello la izquierda panameña y centroamericana tenemos que debatir el balance de las elecciones del 4 de mayo, para prepararnos y luchar contra la ofensiva que Juan Carlos Varela iniciará apenas le coloquen la banda presidencial.