Por Olmedo Beluche

Intentando sacar partido de la crisis de la Alianza por el “Cambio” y la forma poco diplomática de  como el presidente Ricardo Martinelli echó de su gabinete a Juan C. Varela, diputados y aspirantes a serlo del Partido Panameñista y del PRD, pretenden investirse de un ropaje “democrático” del que carecen por completo. Frente a las maneras toscas de Martinelli, la supuesta “oposición” saca a relucir todo el cinismo y la hipocresía de que pueden hacer gala para, con cara de perritos apaleados, presentarse como supuestos defensores de la institucionalidad, la democracia, la alternancia en el poder, etc. Aunque los más inteligentes electores ya les conocen su verdadero pelaje, no por gusto se han repartido “la papa” por 20 años, siempre hay gente a la que se puede engañar de nuevo con vistas a los comicios de 2014.

Haciendo de abogados del diablo (que siempre tiene bastantes), preguntémonos: ¿Acaso Martinelli inventó el actual régimen presidencialista y su ilimitada concentración de poder? ¿Martinelli se sacó de la manga el “derecho” de designar conforme a su voluntad a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia? ¿Es el primer presidente que controla a su antojo la Asamblea Legislativa y compra la sumisión de los diputados con dinero público? ¿El partido oficialista, “Cambio” “Democrático”, es el primero que desde el control del Ejecutivo obliga a los funcionarios públicos a inscribirse so pena de despido? ¿Por primera vez vemos en Panamá que las empresas “amigas” de los detentadores del poder son las beneficiarias directas de las obras públicas y de las licitaciones amañadas? ¿Es el primero que se sirve de los organismos de seguridad para perseguir periodistas y amedrentar opositores?

Las respuestas a todas esas preguntas es: NO. Es no, porque todos esos “vicios” están consagrados en una Constitución Política, en el Código Electoral y otras leyes orgánicas, y de todo tipo, de claro carácter antidemocrático que consagran el poder presidencialista para beneficio de la élite que nos gobierna desde hace 20 años y más allá. Esa Constitución y esas leyes fueron escritas, consensuadas y sostenidas por los partidos que ahora muerden el polvo en “oposición”, pero que hasta 2009 las usaron sin empacho.

En el juicio de la historia, pues no creo que haya otro (al menos con el actual sistema de “justicia”), Martinelli bien puede alegar como atenuante a las responsabilidades que se le endilguen que él sólo llevó hasta sus últimas consecuencias lo que ya era un sistema político antidemocrático y corrupto hasta la médula. Martinelli, como buen tendero, no posee las maneras refinadas del cinismo político que otros han aprendido en décadas de uso de las instituciones públicas para beneficio propio. Con sus gestos hoscos y sus maneras burdas, Martinelli simplemente ha puesto en evidencia lo que ya era la institucionalidad. No ha inventado nada nuevo, sólo ha desenmascarado el engaño de nuestra “democracia”.

Esos partidos se quejan  por la “segunda vuelta”, pues saben que es una maniobra que irá seguida de la propuesta de reelección presidencial inmediata de Ricardo Martinelli (idea que tampoco es nueva y que ya intentó Pérez Balladares y manoseó Martín Torrijos) les alejará por cinco años más de las “dichas” del poder. Pero con el cinismo que les es característico, PRD y Panameñistas, en asocio con el CD, tumbaron en la Comisión de Gobierno de la Asamblea las pocas y tímidas reformas electorales presentadas por la Comisión Nacional de Reformas Electores que podían debilitar su monopolio del poder público.

Mientras distraían a los periodistas rasgándose las vestiduras contra la “segunda vuelta”, ahí mismo, los diputados del PRD y el Panameñismo, en ese mismo paquete legislativo anularon el control público sobre las donaciones privadas a las campañas electorales; le cerraron la puerta a la inscripción de nuevas alternativas políticas manteniendo el tope de 4% de firmas (64,000), la más alta del continente, para inscribir un partido político; anularon el mandato constitucional, reconocido por la Corte en 2009, de permitir candidaturas de libre postulación a la Presidencia al exigirle lo mismo que a un partido político (64,000 firmas) pero con sólo tres meses de inscripción. Además de otras triquiñuelas.

Es evidente que  el presidente Ricardo Martinelli comparte las responsabilidades de su crisis política,  con  las dirigencias del Panameñismo  y el PRD, aunque estos  intenten aparentar lo contrario. La única esperanza de que esta situación cambie es que el pueblo panameño se indigne de verdad y  remeza el árbol para que caigan  todos esos mangos podridos, e imponga una Asamblea Nacional Constituyente que refunde la República.

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