Por Sebastián Chavarría Domínguez

Las elecciones generales del pasado 8 de noviembre fueron extremadamente aburridas, no hubo campaña electoral, ni debates sobre programas, ni discusiones, ni mítines, ni marchas, ni nada. Hubo un silencio sepulcral, roto a veces por alguna caminata sandinista, o las caravanas reducidas de algunos de los pequeños partidos de la oposición burguesa, que fueron autorizados a participar en la contienda electoral.

El régimen bonapartista

De manera paulatina, desde que retomó el gobierno en el año 2007, el FSLN instauró un régimen bonapartista, cuyo eje de poder es la persona de Daniel Ortega y de manera colateral, su esposa Rosario Murillo. Donde más se manifestó la concentración de poder fue en el sistema electoral y en el sistema judicial.

Las elecciones municipales del 2008 y 2012, así como las generales del 2011, fueron cuestionadas por los partidos de la oposición burguesa, que alegaron fraude electoral. Las denuncias fueron aumentando en el tiempo. Algo no funcionaba de manera democrática dentro del sistema electoral.

Endurecimiento y desgaste social

La principal fuerza de derecha, representada en el Partido Liberal Independiente (PLI) que lideraba Eduardo Monteleagre, en los últimos había creado una estructura electoral en los territorios, pero fue excluida del juego electoral mediante una sentencia de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, que entregó la casilla electoral a la corriente minoritaria de Pedro Reyes. Posteriormente, el sandinismo destituyo a 28 diputados de la oposición burguesa, incluidos los diputados del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), barriendo de la escena política a la única opción electoral de derecha que podía presentarle alguna pelea en el plano electoral.

Este endurecimiento del régimen bonapartista, resultó incomprensible para muchos. ¿Si tenía tanta popularidad el FSLN, como afirmaban las encuestas, entonces porque excluía a determinadas opciones? En realidad, las cosas no andan tan bien para el FSLN, después de más de una década de gobierno y cuando el panorama de la economía internacional es sombrío. Aunque la economía ha mejorado en términos generales, esto no se traduce en un bienestar de la población, especialmente de los más pobres. Después de una década de gobierno y de discursos, ha crecido el descontento social en Nicaragua.

Un elemento catalizador de este descontento fue la nominación de Rosario Murillo como candidata a vicepresidente, compañera de fórmula de Daniel Ortega. El temor al nacimiento de una dinastía familiar en el poder, reactivo el subconsciente de muchos nicaragüenses que conocieron al somocismo.

Sin lugar a dudas, el FSLN estaba cerrando los espacios, preparándose para los años duros que inevitablemente vendrán.

La intervención de la OEA

A pesar que Daniel Ortega había afirmado que no habría observadores electorales, las presiones internacionales y la inminente posibilidad que la Organización de Estados Americanos (OEA) invocara la Carta Democrática, le obligó a dar un giro abrupto, invitando a Luis Almagro, secretario general de la OEA, a visitar Nicaragua durante el periodo electoral.

El informe sobre el sistema electoral nicaragüense, preparado por Almagro, no se hizo público, dando un respiro al gobierno sandinista. En una de sus características maniobras políticas, Daniel Ortega acordó un Dialogo con la OEA sobre temas electorales, pero después de la realización de las elecciones del 8 de noviembre.

Esta Dialogo con la OEA no será más que un preámbulo, una fase preparatoria para el inminente Dialogo Nacional que el general Humberto Ortega aconsejó a su hermano, se realizase después de las elecciones, para dirimir asperezas con la apaleada oposición.

La fragilidad de la económica nicaragüense

Aunque la económica se ha recuperado, sigue siendo muy pequeña y frágil en relación a los otros países de Centroamérica. Parte del desenvolvimiento económico reside en la ayuda petrolera venezolana, que ahora está casi finalizando, y en la inversión extranjera que aterriza ávida de ganancias en un paraíso neoliberal como se ha transformado Nicaragua bajo este gobierno sandinista.

Además, el Dialogo con la OEA pretende disipar las dudas del Congreso de los Estados Unidos, cuy cámara de representantes aprobó por consenso la Ley NicaAct, que pretende establecer condiciones a los prestamos multilaterales a favor de Nicaragua.

Los resultados electorales

Habiendo excluido a su principal adversario de derecha, la Coalición Nacional por la Democracia (CND), cuyos principales partidos eran el PLI y el MRS, el FSLN ganaría las elecciones por amplio margen.

Los resultados oficiales del Consejo Supremo Electoral (CSE) arrojan que la fórmula presidencial del FSLN, compuesta por Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, obtuvieron un millón 803,944 votos, el 72.5% por ciento de los votos totales, un 10% más que la última votación presidencial realizada en noviembre del 2011. Según el CSE, la participación ciudadana rondó el 68,2% con una abstención del 31,8%, una cifra 10% menor que la abstención registrada en los comicios presidenciales del año 2011 que fue del 42%.

¿Disminuyó realmente la abstención, como afirma el CSE? Es difícil refutar los resultados oficiales, ya que el FSLN controla absolutamente las estructuras electorales, pero muchos coinciden en que las Juntas Receptoras de Votos (JRV) estaban realmente vacías, o con escasa asistencia de ciudadanos.

Los laberintos del sistema electoral

Para el año 2011 el padrón electoral estaba en 4,3 millones de ciudadanos aptos para votar, pero para el año 2016 el padrón electoral se redujo a 3,8 millones de personas. En vez de crecer el padrón electoral se redujo. ¿Cómo ocurrió esto?

Roberto Rivas, presidente del CSE, explicó que el padrón electoral bruto es de 4 millones 990 mil personas y está conformado por cuatro segmentos: “activos, pasivos, muertos, vivos y ausentes”.

Para obtener el padrón activo se debe restar al padrón bruto de 4 millones 990 mil personas, las personas que no han votado (644,859 personas) que conforman el padrón pasivo, y queda la cantidad de 4 millones 345 mil 161 personas, pero aun así la cifra oficial aportada por el CSE es de 3,8 millones de personas que conforman el padrón activo. Casi un millón de votantes menos, en relación al llamado padrón electoral bruto.

La oposición burguesa que fue excluida de la contienda electoral, denunció este malabarismo con el padrón electoral, como un acto destinado a encubrir la abstención electoral.

Pero, en realidad, la utilización de varios conceptos de padrones electorales le da una enorme ventaja electoral al FSLN. La utilización de mecanismos de fraude electoral, hubiesen tenido trágicas consecuencias en momentos en que de Estados Unidos y la Unión Europea han expresado su preocupación por “el deterioro de la democracia en Nicaragua”.

La manipulación del padrón electoral lo permite la Ley Electoral, que fue reformada por la Ley No 790 en el año 2012. Por cierto, con el pretexto de lograr la depuración del padrón electoral, la oposición burguesa participó en esta reforma que básicamente estableció que “para garantizar la depuración permanente del Padrón Electoral, este se constituirá por todos los ciudadanos nicaragüenses que han ejercido su derecho al voto al menos una vez en el periodo comprendido entre las dos últimas elecciones generales o cualquiera de los otros procesos electorales que se hayan producido entre ellas”.

De esta manera, quienes se abstuvieron en las elecciones del 2011 y 2012, no estaban registrados en el padrón activo para la votación del 2016. Al disminuir la cantidad de votantes que se abstuvieron, que por cierto no son votos sandinistas, dentro del padrón activo aumenta la presencia del votante sandinista. Y en las próximas elecciones municipales del 2017, el padrón activo será aún más reducido. Cualquier ciudadano puede ir activar su cedula ante el CSE, pero este trámite engorroso está destinado a promover la deserción del padrón electoral activo.

Por ello debemos tener mucho cuidado con las cifras de la abstención, porque oficialmente bajó hasta el 31,8% pero en relación al conjunto de la población aumenta considerablemente. En estas circunstancias, la cifra real de abstención supera el 50%. La población rechazó pasivamente el autoritarismo sandinista de montar un proceso electoral tramposo, en el cual solo podía ganar el FSLN.

De igual manera, la cifra oficial del 72,5% debe relativizarse, porque se trata de un padrón mucho más reducido. Si revisamos la votación histórica del FSLN, observamos que, de conformidad a las cifras oficiales del CSE, este año 2016 el porcentaje de votos del FSLN en relación a los votos válidos, disminuyó del 58,16% en 2011 al 44.88% en el 2016. Pero si tomamos como parámetro la población en edad de votar, el llamado padrón electoral bruto, entonces esta cantidad disminuye aún más, acercándose al histórico 38% o 40% de votos.

Urge democratizar el sistema electoral

Los rasgos antidemocráticos del régimen y del sistema electoral cada vez son más evidentes, perjudican especialmente a los trabajadores y los sectores oprimidos, quienes no tienen la oportunidad de expresar políticamente de manera independiente.

El gobierno sandinista se prepara para hacer concesiones a la oposición, siempre y cuando garantice su continuidad en el poder. Ortega apuesta que su política de alianzas y consensos con los empresarios del COSEP y sus políticas neoliberales con el capital extranjero, son la mejor garantía para la supervivencia del régimen bonapartista.

Por ello, para poder luchar contra el neoliberalismo, los trabajadores necesitan libertades y un sistema electoral que permita la postulación de alternativas clasistas e independientes.

Hemeroteca

Archivo