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Por Eurídice Randelly.

Si bien es cierto que la economía nicaragüense ha mostrado signos de mejoría a partir de la apertura comercial en 1990, las políticas de estabilización macroeconómicas adoptadas por los gobiernos neoliberales han impactado fuertemente el valor real del salario.

Leve crecimiento del PIB

También es cierto que el PIB ha experimentado un crecimiento moderado en los últimos cuatro años, pero no se debe necesariamente al aumento de las exportaciones sino el aumento de los precios de los productos de agro exportación.

Esa última es la causa real por la cual el PIB de Nicaragua experimenta algún crecimiento. El café, que es el principal rubro de exportación, podría dejar de exportarse por parte de Nicaragua en este instante, pero ello no influiría en el precio internacional del café. Lo que realmente ayuda a sobrevivir a la economía nicaragüense, no es un alza en la producción ni siquiera el aumento de los precios internacionales de los alimentos, sino las remesas familiares.

Explosión demográfica

A lo anterior, habría que agregar el precio barato de la mano de obra. La abundante población en edad de trabajar, los decenas de miles que andan rebuscando por ocuparse en un empleo formal o en el subempleo del mercado laboral informal. Al trabajar en lo que sea, y con el salario que sea, muchos trabajadores no se percatan que su esfuerzo está produciendo rentabilidad que eleva la actividad económica y por tanto el PIB.

En la historia de Nicaragua se está produciendo el mayor crecimiento de población en edad de incorporarse a la fuerza laboral (concepto denominado “bono demográfico”). Esta es una oportunidad demográfica que le podría permitir al país superar un nivel considerable de pobreza en un periodo histórico relativamente corto. Pero esta oportunidad se está desaprovechando, porque la mayor parte de los jóvenes que ingresan a la edad de trabajar, lo hacen con niveles de escolaridad muy bajos que solo les va a permitir, por el resto de sus vidas, encontrar empleos pobres e informales que los mantendrán bajo el umbral de la pobreza.

Todavía no se recupera el salario real

A mediados de la década de los ochenta se puso en evidencia una nueva lógica de funcionamiento del mercado de trabajo. La crisis económica que enfrentó el país no solo por la crisis internacional del capitalismo, sino también por la guerra civil y las luchas por la sobrevivencia dentro de una revolución estancada, provoco una hiperinflación y el desplome de los salarios reales en el sector formal; todo ello indujo a muchas personas a abandonar su empleo formal para incursionar en el mercado informal.

En la década de los noventa, la política económica aplicada en el marco del programa de ajuste estructural, significó una importante reforma del sector público, incluyendo la drástica reducción del empleo estatal. A esta dinámica se sumó el impacto de la liberalización comercial, cuyas repercusiones no deseadas sobre el sector industrial se reflejaron en el cierre de un número considerable de empresas generadoras de empleos en el rubro textil, agroindustria y metalmecánica; por otra parte, la lenta reactivación del sector privado formal no logró en los últimos años absorber la creciente fuerza de trabajo que buscaba incorporarse al mercado laboral.

Informalidad y Desempleo Juvenil

En Nicaragua, aproximadamente desde 2005, se une a la fuerza de reserva laboral unos cien mil jóvenes al año, que demandan un empleo y un salario a cambio de ofrecer su fuerza de trabajo. Estamos hablando que en los anteriores cinco años ya existen más de 500 mil trabajadores aptos para trabajar, pero que no necesariamente están trabajando formalmente, sino que trabajan por su cuenta.

Quiere decir que la mayor parte de la fuerza laboral está desempleada o subempleada. Ahora bien esta no es la capacidad productiva completa del país, se estima que la mitad de la población se encuentra en edad de trabajar (la fuerza laboral de Nicaragua la componen 2, 322,000 personas) pero que no están siendo empleados en el mercado formal, sino que se indexan al mercado informal de trabajo.

Esto tiende a afectar de una manera perjudicial a la economía de Nicaragua, primero porque en el país no existe una estructura capaz de absorber toda esa fuerza de trabajo profesional, o sea que las personas que ofrecen sus servicios profesionales compiten entre ellos por el mismo puesto. En segundo lugar tenemos los niveles de oferta del mercado laboral, por ejemplo si dividimos el mercado laboral en categorías de empleos profesionales se notara una sobreoferta de contadores públicos y abogados. Ello funciona con la simple ley económica de oferta y demanda; a mayor oferta menor demanda y viceversa.

Alto nivel de endeudamiento y delincuencia

Si comparamos los salarios con el costo de la canasta básica de bienes y servicios para un buen vivir, se obtendrá un déficit por el cual la mayoría de los nicaragüenses recurre a realizar trabajos extraordinarios, casi siempre mal pagados o por el mismo salario, o intentar conseguir otro empleo ya sea en el mercado laboral formal o informal.

La otra opción es endeudarse no solo con el banco o instituciones micro financieras. También debemos incluir todo tipo de créditos desde los que otorga el pulpero, el vecino o las casas de empeño, hasta los que pueden contar con préstamos en sus centros laborales.

Reversión del Bono Demográfico

En el peor de los escenarios la persona, casi siempre de los sectores marginales, al no encontrar una opción de sobrevivencia, se vuelve delincuente. En cierta medida la delincuencia es un fenómeno socioeconómico emergente de las precarias condiciones de vida. Este problema se perpetúa al ser las ganancias delictivas mayores que los ingresos que pueden percibir trabajando en el mercado informal.

La perspectiva es que, bajo el actual sistema capitalista semicolonial, dentro de 3 o 4 décadas, la fase de bono demográfico en Nicaragua estará concluyendo y entraremos en una nueva fase de transición demográfica, en la que comenzará a reducirse de manera vertiginosa el peso de la población en edad de trabajar, mientras que va a crecer de manera significativa el porcentaje de personas que alcanzó la edad de retiro y Nicaragua ya no será un país de jóvenes sino todo lo contrario.

En 2005 todavía había 16 adultos mayores de 60 años por cada 100 personas menores de 15. Para 2050 habrá tantos mayores de 60 como menores de 15, según el índice de vejez proyectada (100 jóvenes por 100 mayores). Directa o indirectamente las personas en edad de trabajar son las que sostienen a las personas que alcanzan la edad de retiro. Preocupa también que tan solo el 20% de la fuerza laboral nicaragüense está afiliada al Seguro Social, el 80% restante cuando llegan a la edad de retiro lo hacen sin ningún ahorro y dependerán para sobrevivir de sus familiares.

Las remesas mitigan el hambre y crean conformismo

Entre 1995 y 2008, la recepción de remesas familiares en Centroamérica mantuvo un crecimiento ascendente. Las remeses llegaron a competir en muchos de nuestros países con las exportaciones, pasando globalmente 2,709 millones de dólares en 1995 hasta alcanzar en 2008 la cantidad de 16, 409 millones de dólares.

Entre 1994 y 2003, producto de la derrota de la revolución, se produjo un nuevo éxodo de trabajadores nicaragüenses, lo que se tradujo un incremento de las remesas: 2.341 millones de dólares para un promedio anual de 234,1 millones de dólares,

En el caso de Nicaragua, las remesas familiares que envían los trabajadores migrantes que trabajan o residen en el exterior, especialmente en Estados Unidos (desde donde se envían unos 600 millones de dólares) y Costa Rica (desde donde se envían 200 millones de dólares), alcanzaron en 2007 la cantidad de 739,6 millones de dólares en 2007, subió a 807 millones de dólares en 2008. En 2009, producto de la crisis internacional del capitalismo, la cifra bajo a US$ 768 millones. En el año 2010, Nicaragua obtuvo 822,8 millones dólares en remesas, la cifra más alta en 20 años.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en informes oficiales calcula que los envíos de remesas familiares hacia Nicaragua representan más del 13,3% del valor del Producto Interno Bruto (PIB) del país.

Estas cifras lejos de alegrarnos es motivo de tristeza, porque representan casi el 50% de los ingresos globales del país, y reflejan la cruda realidad: Nicaragua no es autosuficiente, la mitad de sus ingresos dependen de trabajadores que han tenido que migrar por la falta de empleo y oportunidades, en fin, la clase trabajadora, el sujeto de la revolución social, se encuentra en otros países.

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