Tropas rebeldes, León, 1912

Por Victoriano Sanchez

Después de la famosa “Nota Nox”, emitida el 1 de diciembre de 1909, por Philander Chase Knox, el Secretario de Estado, contra el gobierno del presidente José Santos Zelaya, el gobierno de Estados Unidos alentó y financió una “revolución conservadora-liberal” dirigida por una alianza entre el Partido Conservador y un sector disidente del Partido Liberal, que después de muchas peripecias terminó derrocándolo.

El triunfo militar de la alianza conservadora-liberal, bajo la protección de las cañoneras norteamericanas, en agosto de 1910, abrió un largo periodo de caos y guerras civiles en Nicaragua (1910-1934). A final de cuentas, la medicina resultó peor que la enfermedad.

Los pactos Dawson y el desmoronamiento del gobierno provisional

Inmediatamente después que los rebeldes tomaron el poder, Estados Unidos promovieron los Pactos Dawson, poniéndose de acuerdo en celebrar elecciones para Asamblea Constituyente, mientras el general liberal Juan José Estrada ejercía la presidencia de manera provisional, el establecimiento de una Comisión Mixta de Reclamaciones, el otorgamiento de un empréstito y la proscripción del Partido Liberal zelayista.

No habían terminado de firmar los pactos, cuando comenzaron las conspiraciones de los conservadores para desalojar a Estrada de la presidencia. El poder real estaba en manos de los conservadores, quienes controlaban al nuevo ejército, a través del general Luis Mena, quien ocupaba la cartera de ministro de defensa. Estrada destituyó a Mena, y en repuesta los conservadores obligaron a Estrada a renunciar en Mayo de 1911.

Forcejeo por el poder y surgimiento del “Menismo”

Después del derrocamiento de Zelaya, la autoridad real eran los marines yanquis. Los lacayos nicaragüense obedecían ciegamente las instrucciones de Estados Unidos, una potencia que se preparaba para la I guerra mundial, y no quería gobiernos nacionalistas en su patio trasero.

Pero entre los vasallos había una disputa por quien controlaba el gobierno. El Partido Conservador tenía dos alas, cuyos dirigentes representan intereses comunes pero también diferentes. Por un lado, estaba el caudillo conservador Emiliano Chamorro, curtido en las conspiraciones armadas fracasadas contra el gobierno de Zelaya. Por el otro, estaba el general Luis Mena, quien había ganado enorme prestigio militar, y se perfilaba como representante de pequeños y medianos finqueros y los sectores populares urbanos.

En Nicaragua se debatía si el país debía aceptar la condición de protectorado yanqui, o pelear por una nueva independencia. Pero este debate no se polarizaba entre supuestos conservadores entreguistas y supuestos liberales por la autodeterminación, sino que en ambos partidos había una fuerte corriente nacionalista y antiimperialista, que conforme pasaban los días tendía a confluir en un frente común.

Los conflictos dentro de la Asamblea Nacional Constituyente

Los conservadores en el poder aspiraban a reinstaurar una república conservadora, como la de los 30 años (1858-1893). Este debate se manifestaba claramente en las sesiones de la Asamblea Constituyente y en la aprobación de la nueva Constitución. La crisis estalló con la definición del Estado, los liberales aspiraban a mantener el laicismo mientras los conservadores querían declarar al catolicismo como religión oficial del Estado, lográndolo al final pero provocando las condiciones para un nuevo estallido revolucionario. Los diputados conservadores, fieles al general Mena, apoyaron el laicismo, estableciendo una alianza con el liberalismo. El Menismo se perfiló como una corriente progresista dentro del conservatismo, antagónica con la corriente Chamorrista. La oligarquía conservadora vio en el Menismo una transición hacia la recuperación del poder parte del proscrito Partido Liberal.

Fue convocada una nueva Asamblea Nacional Constituyente, para que retomara la labor de redactar la nueva Constitución, que esta cayó bajo el control del Menismo, que derogó el artículo que defendía al catolicismo como religión de Estado, lo que reflejó un crecimiento del descontento social que era canalizado por la corriente Menista.

La destitución de Estrada

Las cosas se la complicaron para los marines. La convocatoria de una nueva Asamblea Nacional Constituyente, indicaba que las cosas marchaban por un camino inesperado. La oligarquía conservadora luchaba para no perder el control del gobierno. El Presidente Estrada miraba con recelos el fortalecimiento del Menismo entre las masas conservadoras, y ordenó la destitución del general Luis Mena del cargo de ministro de defensa. Pero estos amenazaron con la guerra civil, siendo reinstalado en su cargo y vuelto a destituir. A su vez, ante el estallido del conflicto, el embajador norteamericano presionó por la salida de Estrada, quien finalmente se fue al exilio en Mayo de 1911. Los pactos Dawson estaban en crisis.

Los empréstitos leoninos

Estrada fue sustituido por Adolfo Díaz, un abyecto político conservador, y fiel sirviente del gobierno de Estados Unidos. La alianza con los liberales había finalizado.

En dos años de intervención militar norteamericana, fue creciendo el sentimiento nacionalista y antiimperialista. Se fortalecieron tanto el proscrito Partido Liberal como la corriente Menista del Partido Conservador. El gobierno en manos de la oligarquía conservadora, en cambio, se debilitaba rápidamente. Los antiguos enemigos de siempre coincidían en un solo punto: la salida de la marinería yanqui del suelo nicaragüense.

Si algo toco el sentimiento nacional fueron los empréstitos leoninos que fueron acordados en los Pactos Dawson. El préstamo fue finalmente entregado por los banqueros Brown Brothers y J. & W. Seligman, en una cantidad menor a la acordada, pero a cambio Nicaragua debió entregar en garantía el 51% de las acciones del ferrocarril y las finanzas de las aduanas y del Banco Nacional.

El sentimiento nacionalista era tan fuerte que los diputados de la segunda Asamblea Nacional Constituyente se negaron a ratificar el empréstito (cinco días después, bajo la presión norteamericana, los diputados revirtieron su histórica decisión). El surgimiento del nacionalismo opacó la visita que el Secretario de Estado de EE.UU. Philander Knox realizó a Nicaragua, los días 5 y 6 de marzo de 1912.

La ruina de los artesanos y productores

En vísperas de la primera guerra mundial, las economías imperialistas, especialmente Estados Unidos, se encontraban en recesión. Los precios de muchos de los productos de exportación (café, carnes, bananos, granos, oro y otros) se habían desplomado. Los artesanos nicaragüenses que producían para el reducido mercado interno se encontraron de repente con la competencia de productos extranjeros, especialmente norteamericanos, que invadían el mercado nacional. A lo anterior había que agregar los efectos de la sequía que había arruinado las cosechas creando una situación de hambruna.

Por otro lado, bajo el boom exportador del gobierno de Zelaya ascendieron nuevos sectores sociales, por fuera de la oligarquía, a posiciones de dinero y poder. Los artesanos y las profesiones liberales proliferaron creando un contingente de nuevos dirigentes políticos y sociales, que nutrieron las filas tanto del Partido Liberal que había sido proscrito como la corriente Menista del Partido Conservador.

La situación de hambruna en el campo creo una creciente violencia contra los hacendados, tomas de tierras y conflictos armados. Entonces, se produjo una combinación de factores, el empobrecimiento de las condiciones materiales conllevo a muchos a oponerse a la intervención militar norteamericana y a un resurgimiento del nacionalismo y el antiimperialismo.

El desembarco de las tropas norteamericanas provocó la venganza popular de las masas contra los comerciantes de origen extranjero, saqueando y quemando sus negocios.

La revolución y guerra civil de 1912

El general Luis Mena pasó de ser “el amigo y partidario más incondicional de todo el programa americano” al enemigo a combatir. En octubre de 1911, la Asamblea Constituyente designó al general Mena como sucesor presidencial para el periodo que se iniciaría en 1913.

La guerra civil estalló el 29 de julio de 1912, cuando el general Luis Mena encabezó una insurrección contra el gobierno conservador de Adolfo Díaz, que se apoyaba en las tropas norteamericanas. Mena como ex jefe del ejército conservador tenía mucha autoridad, comenzó a acumular armas en el cuartel del Granada y se replegó a esa ciudad con 600 hombres. La rebelión de Mena encendió el ánimo de las masas liberales.

Rumbo a Granada, el general Mena estableció en la ciudad de Masaya un acuerdo con el liberalismo, representando por el general Benjamín Zeledón, llegando a conformar el Ejercito Aliado que tenía como bandera los colores verde y rojo, simbolizando la alianza entre el conservatismo y el liberalismo.

De pronto había un ejército rebelde que se nutría del amplio descontento popular. En Masaya, Mena constituyó una nueva Asamblea Nacional integrada por la mayoría de los diputados del congreso establecido antes de la guerra, la que destituyó al presidente Adolfo Díaz y denunció la intervención norteamericana

En un movimiento inaudito, los rebeldes se apoderaron del ferrocarril que estaba siendo controlado por los banqueros norteamericanos, así también de los barcos de vapor. En un país donde casi no había carreteras era una forma de controlar el transporte de tropas y suministros.

Aumento de tropas norteamericanas

La rebelión se extendió por toda la costa del Pacifico, creando un serio problema al gobierno de Adolfo Díaz, quien el 3 de agosto de 1912 solicitó el auxilio de las tropas norteamericanas para sofocar la revolución encabezada por el Ejercito Aliado.

Los rebeldes atacaron Managua pero no se la pudieron tomar, y fueron obligados replegarse, pero en los departamentos de León y Chinandega, tradicionalmente liberales, las tropas del Ejército Aliado tomaron el control.

Entre el 28 de agosto y el 4 de septiembre, dos mil trescientos marinos desembarcaron en Corinto, bajo el mando del almirante William Southerland. Este fue el mayor destacamento militar norteamericano que a la fecha había puesto pie en Centroamérica. Para llegar hasta Managua debían utilizar el ferrocarril y pasar por la ciudad de León en manos de los rebeldes. El enfrenamiento militar era inevitable.

Las tropas norteamericanas en su avance hacia Managua solicitaron un salvoconducto a los líderes revolucionarios de León, los cuales fueron conciliadores y aceptaron, pero hubo desbordamiento popular y las masas atacaron a las tropas norteamericana, arrancando la bandera del tren que transportaba a los marines.

La inaudita rendición del general Mena

El almirante Southerland logro imponer con negociaciones y con amenazas de aplastamiento militar, el control total de la línea ferra de Corinto-León-Managua-Masaya y Granada.

Mena se había atrincherado en la ciudad de Granada, cuna de la oligarquía que en ese momento era sacudida internamente por una poderosa rebelión popular que castigaba a los oligarcas, a quienes vinculaban a la ocupación norteamericana.

Los miembros de las grandes familias de la oligarquía fueron capturados, obligados a realizar trabajos forzados, encarcelados, y humillados al marchar desnudos por la ciudad. En el fondo, Mena tenía más temor a la rebelión de las masas populares que a las tropas norteamericanas.

Al lograr vencer los obstáculos en Masaya, las tropas norteamericanas entraron en Granada y el general Mena no presentó resistencia y se rindió ante el mayor Smedley Butler, el 24 de septiembre de 1912. Mena fue apresado y enviado inmediatamente a una prisión de máxima seguridad en la Zona del Canal, en Panamá.

La rendición de Mena causó consternación y desanimo en las tropas rebeldes, quedando el Ejercito Aliado bajo la solitaria conducción del general Benjamin Zeledon.

La caída en combate del general Benjamin Zeledon

A raíz de la capitulación de las tropas de Mena en Granada, Zeledón y sus hombres se convirtieron en el blanco principal de las fuerzas invasoras de los Estados Unidos. Los militares norteamericanos deseaban castigar a Zeledón por el ataque al tren donde viajaba Butler y, además, apoderarse de la línea férrea que atravesaba Masaya, el único trecho que aún escapaba a su control. Al cabo de una semana, mil soldados norteamericanos, reforzados por cuatro mil reclutas del ejército gubernamental, lograron cercar a Zeledón y a los ochocientos hombres bajo su mando.

El coronel Joseph Pendleton impuso un ultimátum de 24 horas para la rendición. Zeledon fue el único de los jefes rebeldes que se negó a rendirse. La superioridad militar se impuso a la hora del combate. Zeledon logró replegarse a la zona boscosa del departamento de Carazo, pero fue capturado vivo el 4 de Octubre de 1912, y fusilado en el acto por el coronel Gabriel Garay, del ejército conservador, siguiendo instrucciones del general Emiliano Chamorro.

El cadáver de Zeledon fue transportado en una carreta y exhibido como escarmiento ante la población atónita que le lloraba. Un niño llamado Augusto C. Sandino vio como era irrespetado el cadáver de Zeledon. 15 años más tarde ese niño seguiría su ejemplo y se transformaría en el general Augusto C. Sandino.

Así terminó la corta guerra civil de 1912.

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