calufa

Por Iván Molina Jiménez

Fundado en junio de 1931, el Partido Comunista de Costa Rica pronto se convirtió en una organización de suma importancia en la política costarricense debido a dos razones principales. Primero, pese a que inicialmente le fue rechazada su inscripción electoral para competir en la campaña presidencial de 1932, el Partido, tras cambiar su nombre a Bloque de Obreros y Campesinos (BOC), logró participar en los comicios de las décadas de 1930 y 1940 con bastante éxito, ya que capturó pocos, pero importantes puestos en el Congreso y en las principales municipalidades del país (1). Y en segundo lugar, luego de la persecución y la ilegalización de los comunistas en el resto de Centroamérica, que alcanzaron su máxima expresión en sucesos sangrientos ocurridos en Guatemala y El Salvador a inicios de 1932 (2), el BOC quedó como la única organización comunista no clandestina en el istmo.

El propósito de este artículo (el cual es parte de una investigación más amplia y todavía en curso sobre las actividades editoriales del BOC entre 1931 y 1948) es explorar el crecimiento de Trabajo en sus primeros años y las dificultades políticas y financieras que enfrentó. Por motivos de espacio y tiempo el análisis se concentra en el primer quinquenio de publicación del periódico; con el fin de ubicar apropiadamente el tema, el estudio se inicia con un breve examen del contexto en que se fundó el Partido.

Las tres fuentes principales utilizadas son las siguientes: documentos consulares estadounidenses, correspondencia entre el BOC y el Buró del Caribe y, por supuesto, el propio periódico Trabajo.

l. Democracia, gasto público y alfabetización popular

Para comprender la relevancia de Trabajo es necesario considerar tres procesos cuyo origen se remonta a inicios del siglo XX, los cuales moldearon de manera decisiva la sociedad costarricense. El primero fue la apertura democrática ocurrida en 1902, la cual puso fin al período autoritario de los presidentes José Joaquín Rodríguez (1890- 1894) y de su yerno, Rafael Iglesias (1894-1902). A partir de 1902, una política cada vez más competitiva, permitió que los partidos, en su afán por ganar la presidencia y capturar el mayor número de plazas diputadiles y municipales, se esforzaran por ampliar la inscripción de los costarricenses adultos (el voto femenino se aprobó hasta 1949) y por canalizar las demandas populares.

El efecto incluyente de esta dinámica es visible ya en la década de 1900, cuando el cien por ciento de los costarricenses adultos, independientemente de su clase y etnicidad, estaban inscritos para votar. El sistema de votación, entonces de dos grados, dio paso al voto directo en 1913 y al sufragio secreto en 1925-1927, cambios que reforzaron la posición del electorado y disminuyeron el control que los partidos tenían sobre los votantes (3). En tal marco, y este es el segundo proceso, la canalización de las demandas populares por los partidos tuvo un impacto fundamental en la orientación del gasto público, ya que, excepto por el breve período correspondiente a la dictadura de los Tinoco (191 7 -1919), entre 1902 y 1947 los gastos policíacos y militares disminuyeron sistemáticamente, al tiempo que incrementaba el gasto social y en obras públicas (que incluía infraestructura escolar y sanitaria) (4).

Gracias a la acumulativa inversión en educación, la alfabetización popular, masculina y femenina, urbana y rural, experimentó un avance sin precedente en el resto del istmo centroamericano. Este tercer proceso dejó su huella en el censo de 1927, según el cual la proporción de alfabetas representaba el 85,7 de las personas de 9 años y más en las ciudades principales, el 66,8 por ciento en las villas o ciudades menores y el 56,4 por ciento en el campo (5). La ampliación y la diversificación de las audiencias de lectores fueron la base, a su vez, de una expansión decidida de la cultura impresa, que se expresó en la creciente publicación de periódicos, revistas, libros y folletos.

De esta forma, al terminar la tercera década del siglo XX, en Costa Rica se había constituido una esfera pública decisivamente informada por lo popular, visible en el espacio que se abría en la prensa a las demandas y reivindicaciones de campesinos y trabajadores, lo cual facilitaba su posterior canalización electoral. En este marco, se reforzó una tradición secular de buscar salidas negociadas y legales a la conflictividad social, lo que favoreció que la institucionalidad del país fuera proclive al cambio social.

En el resto de Centroamérica, en contraste, el autoritarismo y la represión fueron la respuesta a los conflictos sociales, agudizados por la exclusión política y cultural de amplios sectores de la población (6).

2. Discurso y práctica del BOC entre 1931 y 1935

La fundación del Partido Comunista costarricense se verificó en el momento en que el país empezaba a experimentar las primeras dificultades económicas producto de la crisis mundial iniciada en 1929 (7). En varios sentidos, esta nueva agrupación política se constituyó sobre la base de tendencias y procesos cuyo origen se remontaba a varias décadas atrás. Si bien las primeras organizaciones de trabajadores fueron establecidas en el último tercio del siglo XIX (de carácter mutualista hasta la década de 1920, cuando empezaron a adquirir un perfil más sindical), y algunas de ellas se vincularon esporádica y efímeramente con partidos políticos (8), los comunistas fueron los primeros en articular Partido y sindicatos sobre una base permanente.

Igualmente, aunque algunas de esas organizaciones de trabajadores tuvieron sus propios periódicos y, ocasionalmente, financiaron la publicación de folletos y hojas sueltas (9), fueron sólo los comunistas quienes pusieron en práctica una intensa y sistemática política de publicaciones, que incluía libros, folletos, volantes y un periódico, Trabajo, el cual circuló primero cada mes, y luego semanalmente. De esta forma, el BOC logró una inserción sostenida en la esfera pública que no tenía comparación con la alcanzada por los otros partidos, cuya presencia pública tendía a limitarse a las épocas electorales.

Por si lo anterior fuera poco, la cuestión social, que empezó a ser planteada en Costa Rica desde finales del siglo XIX, primero por un sector de la Iglesia católica y luego por un grupo de jóvenes intelectuales radicales ·de orientación anarquista o socialista (10), se convirtió en el eje principal del discurso comunista. El BOC, en un contexto caracterizado por el deterioro de los salarios y el desempleo, abrió las páginas de Trabajo para denunciar las dificultades experimentadas por los sectores populares.

Ciertamente, tal práctica no era nueva, ya que desde la década de 1910, por lo menos, la prensa solía ocuparse de los problemas sociales. Lo novedoso de los comunistas fue el carácter sistemático con que denunciaron la injusticia social, y el enfoque, ya que enfatizaban en que la raíz del problema era la explotación y opresión de los trabajadores por sus patronos.

A la luz de lo expuesto, puede comprenderse mejor la originalidad que supuso el Partido en la Costa Rica de la década de 1930: en medio de una aguda crisis económica, surgió una organización con una plataforma sindical y editorial permanente, cuya estrategia para ganar el voto popular se basaba en la denuncia de las injusticias sociales y en el llamado a la organización de los trabajadores. Para el resto de los partidos, cuyas dirigencias estaban acostumbradas a organizarse sólo durante los períodos electorales y a responder a las demandas populares mediante formas que fomentaban la desmovilización de la población, el BOC representaba una amenaza evidente como competidor electoral. Por eso, la reacción inicial de las cúpulas políticas fue impedir la inscripción electoral de los comunistas, lo cual lograron sólo brevemente (11)

En efecto, en 1932, con la llegada a la presidencia de la Costa Rica de Ricardo Jiménez, un decidido partidario de que a los comunistas se les debía permitir la inscripción electoral, los comunistas empezaron a competir en los comicios. Ya en diciembre de ese año ganaron dos plazas en la municipalidad de San José (la capital de Costa Rica), y en febrero de 1934, ganaron sus dos primeros asientos en el Congreso, así como más puestos municipales. La inserción del BOC en el sistema político vigente tuvo dos efectos paradójicos : por un lado, coadyuvó a desradicalizar el discurso de los comunistas, cuya violencia fue fomentada por el rechazo inicial de su inscripción electoral; por otro lado, obligó a los restantes partidos a actualizar sus prácticas y agendas para responder a las demandas populares. Ambas procesos contribuyeron a reforzar la tendencia favorable al cambio social por vías legales e institucionales. Aunque varios autores suelen caracterizar los primeros años del BOC como un período dominado por el “ultraizquierdismo” y el “sectarismo” (12), lo cierto es que la violencia discursiva de los comunistas fue, esencialmente, una táctica de defensa ante los repetidos intentos que sus adversarios emprendieron -sin éxito- por ilegalizarlos o impedirles asumir los puestos ganados en las elecciones. El objetivo de dicha táctica era, al patentizar las peligrosas consecuencias que podía suponer la ilegalización del Partido, lograr su integración. Un análisis de la práctica comunista revela que, entre 1931 y 1935, el Partido sólo tuvo un enfrentamiento serio con las autoridades: el del 22 de mayo de 1933 cuando una manifestación de desocupados terminó en un enfrentamiento con la policía (13); y sólo dirigió un importante movimiento huelguístico: la gran huelga bananera de 1934. En otras huelgas, la participación de los comunistas fue más limitada (14).

Esta distancia entre radicalismo discursivo y práctica cautelosa puede explicarse, en buena medida, por el interés de los comunistas de permanecer como una organización legal en una Centroamérica donde el comunismo había sido ilegal izado y sangrientamente reprimido. Al tanto de sus importantes avances en el mundo sindical, de su estratégica inserción en la esfera pública y de sus éxitos a nivel electoral, la dirigencia del BOC procuró exponerse lo menos posible a situaciones que podrían conducir a su exclusión y persecución. Tales circunstancias explican que los comunistas centraran su quehacer sindical en el mundo urbano, descuidaran el mundo campesino y mantuvieran una prudente distancia con el Comintem. De hecho, el Buró del Caribe, se quejó repetidamente de la tendencia legalista de los comunistas costarricenses (15) y “ ... de las ilusiones existentes en el propio Partido sobre el parlamentarismo burgués y sobre la 'democracia' del gobierno de Costa Rica ...” (16)

3. Trabajo: un periódico comunista en una sociedad capitalista

El primer número de Trabajo, compuesto por cuatro páginas y con un precio al pregón de 10 centavos de colón (aproximadamente un cuarto de centavo de dólar), circuló el 14 de julio de 1931. El embajador estadounidense en San José, Charles C. Eberhardt, fue un observador privilegiado de tal acontecimiento. En un informe fechado el 7 de agosto del año indicado, señaló: “la primera edición de un periódico llamado Trabajo publicado por el grupo comunista hizo su primera aparición alrededor de una semana atrás. Contiene un artículo central sobre Karl Marx, varios artículos consagrados a los trabajadores, artículos favorables a la Unión Soviética, y uno con un énfasis especial en unir a los estudiantes de Costa Rica con el elemento trabajador”(17)

Varios meses después, en un reporte del 7 de abril de 1932, Eberhardt agregaba: “el periódico Trabajo aparece a intervalos irregulares; no está disponible en los puestos de noticias, y debe ser obtenido de amigos de las clases trabajadoras o de pregoneros que frecuentan los distritos en los cuales las clases trabajadoras viven y laboran”(18)

Lo apuntado por Eberhardt era correcto: Trabajo circuló, en promedio, una vez al mes entre julio de 1931 y octubre de 1932, y semanalmente a partir de enero de 1933. Tanto la irregularidad en la circulación como la dificultad de conseguir una copia tenían que ver con dos problemas estrechamente relacionados: primero, la crisis económica, que limitaba seriamente la captación de fondos proveniente de cuotas pagadas por los militantes del Partido o por los suscriptores del periódico; y segundo, la situación política irregular e incierta de los comunistas. Con respecto a lo primero, los comunistas señalaban en un breve texto publicado el 11 de agosto de 1932, para conmemorar el primer año de publicación de su periódico:

con este número, entra nuestro periódico en su segundo aniversario. Estos doce meses de lucha se traducen en 16 ediciones del órgano oficial del Partido Comunista y en dieciséis mil ejemplares de esta hoja que han ido a llevar al obrerismo y al campesinado del país una palabra de rebeldía y de fe. Periódico sin avisos comerciales, sin subvenciones de gente pudiente, sostenido a punta de 'cincos' y 'dieces', no ha podido publicarse con la regularidad deseada. Ya, a esta hora, dada la extensión de nuestro partido y las tareas cada vez más amplias que se ha impuesto, Trabajo debiera circular semanalmente. Está en manos de los trabajadores obtenerlo” (19).

En relación con la situación política irregular, cabe indicar que, tras series rechazada la inscripción del Partido por el Poder Ejecutivo en julio de 1931, los comunistas recurrieron el Congreso, el cual desechó la apelación en octubre de ese año, lo que impidió que compitieran en las elecciones presidenciales de febrero de 1932. Luego de que en mayo de 1932 Ricardo Jiménez ascendiera al Poder Ejecutivo, los comunistas le cambiaron de nombre al Partido (en adelante se llamaría Bloque de Obreros y Campesinos) con el fin de realizar un nuevo intento de inscribirlo electoralmente, el cual, a la larga, resultó exitoso. Fue bajo este nuevo nombre que los comunistas pudieron competir en las elecciones municipales de San José en diciembre de 1932, en las cuales ganaron dos plazas de regidor.

El importante avance logrado en cuanto a la legalización electoral del Partido se dejó sentir inmediatamente en Trabajo, el cual empezó a circular semanalmente a partir del 7 de enero de 1933. El reforzamiento de la posición institucional de los comunistas no fue pasada por alto por la inteligencia de la embajada estadounidense, uno de cuyos funcionarios, Ben Zweig, advertía en un informe fechado el 23 de enero:

un indicador de la campaña patrocinada por los comunistas es el hecho de que el órgano local del Partido, Trabajo, ha sido publicado y distribuido en las calles de la capital más regularmente que antes ... La distribuidora local de Trabajo, quien suministra a los muchachos con copias para la venta en las calles de la capital, es (la escritora y maestra) Carmen Lyra (Isabel Carvajal).. Aunque no se cree que las autoridades hayan molestado a los distribuidores de esta hoja comunista, los muchachos parecen estar vendiéndolo clandestinamente, aproximándose a los eventuales compradores con considerable circunspección y en voz baja” (20)

En buena medida, la circulación semanal era básica para cumplir con uno de los objetivos principales del Partido, cual era opinar de manera ágil y actual sobre lo que ocurría en el país, y dar cuenta pormenorizada de la labor a favor de los sectores populares llevada a cabo por los recientemente electos munícipes comunistas. Precisamente, en la edición del 7 de enero de 1933, que inauguró la circulación semanal, los comunistas reconocían que:

“nuestro órgano de prensa ha venido publicándose irregularmente ... Por esas circunstancias ... no ha respondido eficazmente al papel que le correspondía como heraldo oficial de un movimiento de tan hondas proyecciones en la vida del proletariado costarricense. Hemos carecido de dinero, ya que no publicamos anuncios ... Hasta ahora hemos vivido de la cuota fija que mensualmente paga un pequeño número de compañeros y de los dieces y cincos obtenidos por la venta del periódico en las sesiones del "Partido. En San José no hemos logrado regularizar las suscripciones; la venta en provincias tampoco ha sido posible establecerla formalmente” (21)

La autocrítica precedente fue el inicio de un proceso sistemático en cuyo curso, al tiempo que se mantenía la periodicidad semanal, se trataba de ampliar la circulación y se regularizaba el cobro de las suscripciones. Con este fin, el Partido realizó diversas actividades, tanto para estimular a distribuidores y pregoneros (por ejemplo, premios para los más puntuales en el pago o los que vendían ejemplares), como para atraer nuevos lectores. En este sentido, es importante destacar que a partir de 1933 Trabajo inauguró una sección sobre noticias relacionadas con los trabajadores de provincias, con la clara intención de expandir su circulación más allá de la ciudad de San José.

El proceso de consolidación de Trabajo, sin embargo, no tardaría en ser puesto a prueba: como se indicó antes, el 22 de mayo de 1933 ocurrió un enfrentamiento entre desempleados y la policía a resultas del cual varios dirigentes del BOC fueron perseguidos y encarcelados, y uno de sus regidores, Adolfo Braña de origen español, fue expulsado del país. Pese a lo ocurrido, Trabajo no dejó de circular, aunque los comunistas sí se vieron obligados a cambiar de imprenta varias veces (del taller Tormo al de La Tribuna, luego al Tormo otra vez y finalmente al de La Tribuna).

Superada la crisis, los comunistas se prepararon para las elecciones de diputados de medio período de 1934 (el Congreso costarricense, hasta 1948, se renovaba por mitad cada dos años), en la cual ganaron dos asientos. Este importante triunfo electoral estaba asociado con un ambicioso proyecto editorial: convertir a Trabajo en un diario. El embajador estadounidense en San José, ahora Leo. R. Sack, informó el 28 de julio de 1934 que Modesto Martínez, miembro de la Junta Directiva del Diario de Costa Rica, le había manifestado que:

“.. .los comunistas ahora planean convertir su periódico semanal Trabajo en un diario. El

dinero para esto, en su opinión, puede ser encontrado, puesto que las recolectas para el fondo del partido según se informa son decididamente crecientes. Los dos diputados entregan dos tercios de sus salarios mensuales como legisladores al tesorero del Partido, de acuerdo con un anuncio inserto en la primera plana de cada edición de Trabajo” (22)

A juzgar por un texto publicado para conmemorar la salida del número 100 de Trabajo, los temores de Martínez no eran infundados. En efecto, al hacer un balance de su experiencia con el periódico, la dirigencia comunista señalaba con satisfacción el 5 de agosto de 1934:

aquellos tiempos iniciales ... fueron de mucha dificultad. El periódico se sostenía mediante contribución privada de un grupo de camaradas. Lo regalábamos a los pregoneros; y estos chiquillos, los entusiastas y los amigos hoy de nuestro periódico, no se atrevían entonces a aceptarlo ni siquiera en forma de obsequio. Tenían temor de vocearlo. Hay más: los mismos trabajadores a quienes la media docena de comunistas de entonces les obsequiaban nuestra hoja, la rechazaban. A cuánta distancia estamos de aquella situación! Nuestro periódico se ha impuesto. Ha crecido su influencia con ritmo uniforme al del crecimiento de las simpatías por el Partido Comunista entre las masas explotadas. Su formato es casi el doble del de entonces. De escasos mil ejemplares que para aquella fecha circulaban, hemos subido a cuatro mil ejemplares en la actualidad” (23)

La extensa cita precedente merece, sin duda, varios comentarios. En primer lugar, un análisis de las ediciones iniciales de Trabajo revela que, aunque al inicio algunos ejemplares pudieron ser obsequiados a distribuidores, pregoneros y lectores, los administradores del periódico procuraron desarrollar una estricta disciplina con respecto al pago del periódico. En segundo lugar, es claro que la articulación entre medio de prensa y partido fue estratégica para el crecimiento de ambos. Y finalmente, haber pasado de un tiraje mensual de mil a uno semanal de cuatro mil ejemplares revela que los esfuerzos realizados por los comunistas para ampliar su inserción en la esfera pública por esta vía fueron particularmente exitosos.

Para apreciar mejor la importante presencia de los comunistas en la cultura impresa de la época, puede compararse el incremento en el tiraje de Trabajo, que ascendió de 1.000 a 4.000 ejemplares entre 1931 y 1934, y a 7.500 ejemplares en 1946.

En este último año, el periódico comunista se ubicaba por debajo, pero bastante cerca, de los principales diarios nacionales: Diario de Costa Rica (1 0.000 ejemplares), La Prensa Libre (10.000 ejemplares), La Tribuna (8.000 ejemplares). El medio que más aventajaba a Trabajo era otro semanario, el Eco Católico (20. 000 ejemplares), órgano oficial de la Iglesia católica (24).

Un factor que contribuyó a la expansión de Trabajo en los años iniciales del Partido fue la represión de los comunistas en el resto de Centroamérica, lo que abrió un espacio para la circulación clandestina del semanario costarricense en el resto del istmo. En un informe enviado por el Partido al Buró del Caribe y fechado el 4 de marzo de 1935, se explicaba (quizá con alguna exageración en relación con el número de trabajadores nicaragüenses que leía el periódico):

actualmente, nuestro órgano 'Trabajo' tiene numerosos suscritores en Nicaragua, en Panamá, en Colombia, Honduras, en Cuba; y entra regularmente a Venezuela, México, al San Salvador y la Argentina. Este medio, nos ha permitido establecer relaciones directas con trabajadores y con algunas organizaciones obreras de esos países. De paso, advertimos a ese Buró, que esas circunstancias podrían ser tomadas en cualquier momento en cuenta para la utilización de nuestro órgano en la difusión de cualquier consigna y en la realización de alguna campaña que por cualquier otro medio se dificulte... En Nicaragua circulan semanalmente 100 número de nuestro periódico. Que son leídos, según se nos informa, por cerca de dos mil trabajadores a pesar de la brutal represión que se ejerce sobre aquél a quién se le encuentre una sola línea de literatura revolucionaria” (25).

Puesto que Trabajo todavía circulaba semanalmente en 1946, es obvio que el proyecto denunciado por Modesto Martínez para convertirlo en un diario no había prosperado. La razón de tal fracasó estribó en que el 9 de agosto de 1934, a pocos días de esa denuncia y de que los comunistas celebraran la salida del número 100 del semanario, se inició la huelga bananera, la cual agotó los recursos del Partido, tanto por la ayuda directa que se le dio a los huelguistas como por los fondos que fueron necesarios para pagar multas. En una carta fechada el 15 de octubre de 1934, a un mes aproximadamente de haber terminado dicha huelga, Manuel Mora, Secretario General del Partido, le indicaba al Buró del Caribe:

la situación económica del Partido es desastrosa. Tenemos comprometidos varios meses de sueldos de los diputados. En las imprentas, debemos mucho; y todas bajo la influencia de una poderosa (económicamente) 'Liga anti-comunista', nos tienden a boicotear” (26)

Las dificultades financieras continuaron y fueron agravadas porque, en 1935, el Partido concentró todos sus esfuerzos en la campaña electoral, en la cual sus dirigentes creían que podrían ganar varias plazas de diputados. En una carta del Partido al Buró del Caribe fechada el 28 de noviembre de ese año, se exponía:

nuestra situación económica es muy mala. Tan mala que tuvimos que dejar de sacar un número de 'Trabajo'. Nosotros solicitamos a ustedes con carácter urgente un préstamo lo mayor que les sea posible. Nos comprometemos formalmente a comenzar a amortizarles ese préstamo desde el mes de marzo próximo en pagos de $50.00 mensuales. Contamos con recursos para hacerlo de esa fecha en adelante. Ustedes deben tomar en cuenta que nosotros estamos sosteniendo con nuestros recursos la propaganda en Nicaragua” (21)

Aunque por ahora no hay forma de determinar cuánto invertían los comunistas costarricenses en Nicaragua, lo que sí es cierto es que el Partido, además de los gastos electorales, debía procurarse fondos constantes y crecientes para financiar los costos administrativos de su proyecto político, sindical y editorial, incluidos los fondos para pagar las multas de aquellos de sus dirigentes que eran encarcelados y los utilizados para apoyar a personas o procesos con los cuales los comunistas estaban identificados. Para complicar aún más la situación financiera, la elección de 1936 fue, en términos de puestos capturados, un verdadero desastre, ya que el Partido no ganó ninguna plaza de diputado.

El fracaso de 1936, aunado al ascenso a la presidencia de León Cortés (1936- 1940), un político identificado con el nazismo y el fascismo, consolidó una modificación en el discurso del Partido que había empezado a gestarse entre finales de 1934 e inicios de 1935. Las violentas denuncias de la “democracia burguesa” y del “gobierno burgués terrateniente”(28), predominantes en los años iniciales del Partido, fueron sustituidas por consignas en defensa de la democracia y del cambio social paulatino y alcanzado por vías legales. Si bien este proceso coincidió con el impulso que el VII Congreso de la Internacional Comunista le dio a la línea de “frente popular”, en lo esencial expresaba las particularidades de la experiencia comunista en Costa Rica, donde el Partido no fue ilegalizado y logró insertarse en la vida política, social y cultural del país (29).

A modo de conclusión

En la carta que el Partido le envió al Buró del Caribe fechada el 4 de marzo de 1935, los comunistas costarricenses destacaban el papel jugado por el nicaragüense Carlos Leclaire en la organización de los trabajadores en Nicaragua. Leclaire se encontraba en Estados Unidos, puesto que había sido perseguido en su país por comprobar la Guardia Nacional que él:

“... había obtenido, mediante un subterfugio que una casa comercial de Managua le vendiera un mimiógrafo (en Nicaragua no se puede vender un aparato de esos sin autorización del gobierno). El naciente Partido nicaragüense actualmente utiliza esa mimiógrafo en sus trabajos de propaganda. Lo tiene oculto en una cueva subterránea desde donde salen cada semana o cada mes rollos de hojas que se difunden en los teatros. Naturalmente, cada hombre que toma un rollo de hojas en sus manos se juega la vida, y cada uno a quién le cogen una hoja en su poder lo apalean y lo torturan”(30).

La elocuente descripción anterior patentiza la distancia que separaba la experiencia de los comunistas costarricenses de los del resto de Centroamérica en la primera mitad de la década de 1930. En Costa Rica, el sistema democrático y la amplia alfabetización popular permitieron que el Partido se insertara legal y exitosamente en la política electoral, en el universo sindical y en la esfera pública. Con respecto a esto último, el periódico Trabajo se convirtió en un instrumento básico para legitimar no sólo la inserción del Partido, sino para promover el cambio social por vías reformistas.

Al exponer públicamente las demandas, reivindicaciones y problemas de los trabajadores, el periódico comunista contribuyó al desarrollo de una sensibilidad colectiva identificada con la búsqueda de respuestas legales e institucionales a la cuestión social. La clave en este sentido fue la competencia electoral: enfrentados con una organización como el BOC, cuya estrategia para ganar votos se basaba en identificarse con los problemas sociales de los sectores populares, el resto de los partidos debió escoger entre competir en ese terreno o arriesgarse a pagar el precio de su indiferencia en las urnas.

Notas.-

1.- Molina, Iván, «El desempeño electoral del Partido Comunista de Costa Rica (1931-1948) »,Revista Parlamentaria, vol. 7, no. l, San José, 1999, pp. 491-521. '

2. -Alvarenga, Patricia, Cultura y ética de la violencia. El Salvador 1880-1932, San José, Editorial Universitaria Centroamericana, 1996, pp. 323-347. Taracena, Arturo, « El primer Partido Comunista de Guatemala (1922-1932). Diez años de una historia olvidada», Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 15, no. 1 San José, 1989, pp. 49-63.

3.- Lehoucq, Fabrice y Molina, Iván, Stuffing the Ballot Box. Fraud, Electoral Reform, and Dernocratization in Costa Rica, New York, Cambridge University Press, 2002, pp. 34-45, 63-85 y 118-155.

4.- Molina, Iván, Ciclo electoral y políticas públicas en Costa Rica (1890-1948),Revista Mexicana de Sociología, vol. 63, no. 3, México, 2001, pp. 67-98.

5. -Molina, Iván y Palmer, Steven, «Popular Literacy in a Tropical Democracy: Costa Rica, 1850-1950 », Past and Present (en prensa).

6.- Para una comparación entre Costa Rica y el resto de Centroamérica, véase: Acuña, Víctor Hugo, ed.,Historia general de Centroamérica. Las repúblicas agroexportadoras (1870-1945), Madrid, .FLACSO QuintoCentenario, 1993; y más recientemente: Mahoney, James, The Legacies of Liberalism. Path Dependence and Political Regimes in Central America, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 2001.

7.- Bulmer Thomas, Víctor, La economía politica de Centroamérica desde 1920, San José, Banco Interamericano de Integración Económica, 1989, pp. 62R72. Botey, Ana María y Cisneros, Rodolfo, La crisis de 1929 y la fundación del Partido Comunista de Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1984, pp. 75-132.

8.- 0liva, Mario, Artesanos y obreros costarricenses 1880-1914, San José, Editorial Costa Rica, 1985. Acuña, Víctor Hugo, Los orígenes de la clase obrera en Costa Rica: las huelgas de 1920 por la jornada de ocho horas, San José. CENAP-CEPAS, 1986.

9.- 0liva, op. cit . pp. 98-106.

10.- Soto, Gustavo Adolfo, La Iglesia costarricense y la cuestión social, San José, Editorial Universidad Estatal a Distancia, 1985, pp. 79~87. Morales, Gerardo, Cultura oligárquica y nueva intelectualidad en Costa Rica: 1880-1914, Heredia, Editorial Universidad Nacional, 1993, pp. 109-215.

11.-Para un análisis de la exclusión electoral inicial y del esfuerzo de los comunistas por superarla, véase: Cruz, Vladimir de la, « El primer congreso del Partido Comunista de Costa Rica », Estudios Sociales Centroamericanos, no. 27, San José, 1980, pp. 28-31.

12.-Rojas Bolaños, Manuel, Lucha social y guerra civil en Costa Rica 1940-1948, San José, Editorial Porvenir, 1980, pp. 69-79. AguiJar, Marielos, Carlos Luis Fallas: su época y sus luchas, San José, Editorial Porvenir, 1983, p. 90. Contreras Gerardo y Cerdas, José Manuel, Los años 40's: historia de una política de alianzas, San José, Editorial Porvenir, 1988, pp. 11-26 y 185.

13.- Cruz, op. cit., pp. 50-52.

14.- Sibaja, Emel, «Ideología y protesta popular: la huelga bananera de 1934 en Costa Rica», Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional, 1983. Acuña, Víctor Hugo, La huelga bananera de 1934, San José, CENAP-CEPAS, 1984. Sobre otras huelgas, véase: Hernández, Carlos, << 'La gota que derramó el vaso': una reexploración de la gran huelga de zapateros de 1934), Ponencia, Tercer Congreso Centroamericano de Historia, San José-Costa Rica, 15-18 de julio de 1996, pp. 1-21. Miller, Eugene D., A Holy Alliance? The Church and the Lef/ in Costa Rica, 1932-1948, Armonk, M. E. Sharpe, 1996, pp. 34-39

15.- Ching, Erik, «El Partido Comunista de Costa Rica, 1931-1935: los documentos del Archivo Ruso del Comintern »,Revista de Historia, no. 37, San José, 1998, pp. 55-56 y 134-135.

16.- lbid., p. 115. La cita textual procede de una carta del Buró del Caribe fechada el 17 de noviembre de 1934.

17.- United States National Archives (en adelante USNA), Decimal Files,« Conversation between American Minister and Minister ofPublic Safety ofCosta Rica», 818.008/25 (August 7, 1931), p. 3.

18.- USNA, Decimal Files,« Communist activities », 818.008/33 (April7, 1932), p. 2.

19.- Trabajo, 1 1 de agosto de 1932, p. l.

20 .- USNA, Decimal Files, « Communist activities in Costa Rica», 818.00B/47 (January 23, 1933), pp. 1 y 3. Los números de página corresponden al informe de Zweig.

21.- Trabajo, 7 de enero de 1933, p. 2.

22.- USNA, Decimal File,« Communist activities in Costa Rica», S!S,OOB/65 (July 28, 1934), pp. 2-3.

23.- Trabajo, 5 de agosto de 1934, p. l.

24.- Trabajo, 5 de agosto de 1934, p. 1 USNA, Decimal Files, “Transmitting report on political factors in Costa Rica”, 818.00/5-3146 (May 31, 1946), pp. 46-49. Es importante advertir que, en algunas ocasiones, hubo tirajes especiales de Trabajo de hasta 10.000 ejemplares, como la edición del 14 de junio de 1941, con la que se celebró el primer decenio de fundación del Partido. Por otro lado, debe tenerse presente que los medios con los cuales se compara el tiraje de Trabajo en 1946 publicaban más páginas por número que el periódico de los comunistas, que por lo general era de cuatro páginas.

25.- Ching, op. cit., p. 173.

26.- Ibid., p. 105.

27.- Ibid., p. 171.

28.- Merino del Río, José, Manuel Mora y la democracia costarricense, Heredia, Editorial Fundación Universidad Nacional, 1996, p. 32. Aguilar, op. cit., p. 70.

29.- Cerdas, Rodolfo, La hoz y el machete. La Internacional Comunista, América Latina y la revolución en Centroamérica, San José, Editorial Universidad Estatal a Distancia, 1986, pp. 307-344. Merino del Río, op. cit., pp. 27-69. Acuña, Víctor Hugo, «Nación y política en el comunismo costarricense (1930-1948). Ponencia, Tercer Congreso Centroamericano de Historia, San José-Costa Rica, 15-18 de julio de 1996, pp. 1-19

30.- Ching, op. cit., p. 174.

Hemeroteca

Archivo