Por Ignacio Barahona Pineda

Después del 27 de septiembre, tras la negativa de las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) de aceptar los consensos a nivel nacional que el Movimiento Estudiantil Universitario (MEU) habría realizado sobre el Reglamento Electoral Estudiantil (REE) --desde agosto hasta mediados de septiembre--, se han complicado los escenarios para obtener en febrero del próximo año la derogación de las actuales Normas Académicas (NA) y, consecuente, la construcción multisectorial (estudiantes, docentes, autoridades) y democrática de las nuevas NA.

De la Rectoría de la UNAH podemos esperar los golpes más bajos, pero la nueva situación creada parece exponer más notoriamente la visión cortoplacista y la dinámica sectaria con la que ha actuado la dirigencia del MEU en los procesos posteriores a la firma de los Acuerdos que pusieron fin a las tomas de edificios en la UNAH.    

Un balance necesario…

El inicio de la revuelta estudiantil protagonizada por el MEU en mayo de 2016, involucró a tres sectores que significaron –en su momento– la vanguardia organizativa y política ante la crisis de la UNAH: la Facultad de Ingeniería, siendo la mayor base del movimiento, la Facultad de Ciencias Sociales, quienes encabezaron las primeras tomas en Ciudad Universitaria (CU), y el Movimiento Amplio Universitario (MAU), que desde 2011 ha luchado por la organización legítima de las Asociaciones de Carrera en la UNAH.

Hasta mediado del mes de julio, el MEU tuvo una dinámica de resistencia a nivel nacional. Con la toma general de CU y de los demás Centros Regionales, consiguió politizar la problemática particular de sus espacios y acuerpar el discurso y la práctica del MEU, que inició la lucha estudiantil exigiendo: la derogación total de las NA, participación y representación estudiantil en los órganos de gobierno de la universidad, la no criminalización de la protesta estudiantil y la desmilitarización de la UNAH.

A partir de este momento los estudiantes llevarían a consenso una serie de manifestaciones, propuestas de diálogo y una lucha que, en términos generales, significó una renovación del movimiento estudiantil hondureño. Sin embargo, con el desalojo del 1 de julio, el MEU tornó sus peticiones programáticas centrales a la resolución de los casos de más de 70 estudiantes criminalizados (que obviamente eran una chantaje y mecanismo de presión), y así fueron firmados los acuerdos del 28 de julio. Tras más de 60 días de lucha, la resistencia estudiantil permitió profundizar los procesos autónomos de organización en las carreras, el surgimiento de nuevos movimientos independientes (a favor y en contra del MEU), evidenciar la arbitrariedad con la que han trabajado las autoridades desde el 2010, y mostraron la necesidad de los estudiantes por organizar y apoderarse de sus espacios en Carreras y Facultades. Pero los acuerdos firmados produjeron la desmovilización total del MEU, un proceso no coordinado de discusión sobre las NA y un consenso disimulado del REE que obligó al MEU a instalar un diálogo con los Frentes históricos y reajustar el cronograma, pero sin posibilidad de cumplir lo estimado en el acuerdo.

¿El fin del MEU?

La lucha por la democratización y recuperación de las organizaciones estudiantiles no es un proceso nuevo. No sólo en este año han surgido iniciativas de articulación estudiantil en la UNAH, como ha sido el MEU. Desde el 2011, la Asociación de Movimiento Independientes (AMI), la Iniciativa de Organización Estudiantil (IOE), el Proyecto de Organización Estudiantil (POE), o incluso el mismo MAU, surgen como plataformas que pretenden articular ideas y propuestas de organización buscando construir procesos de organización del gobierno estudiantil desestimado desde el 2004 en la UNAH. Con el MEU, Asociaciones, MI, y dos frentes históricos, el BARM y el FRU, logaron discutir, construir y consensuar una plataforma de lucha que garantizó establecer un diálogo y llevar a un punto medio la crisis universitaria.

La consolidación de la política, organización y lucha del MEU se dio a través de las asambleas permanentes, del trabajo de base y de la empatía con la lucha social, prácticas que ahora parecen ignoradas por la dirigencia del MEU. A pesar de haber habido intentos en las últimas semanas de reactivar la protesta y exponer el incumplimiento de los acuerdos por las autoridades de la UNAH, los voceros del MEU niegan que se traten de actividades coordinadas por el mismo, y se continúa desvinculado del rol que debe jugar, apelando a la autonomía de los Movimientos Independientes y Asociaciones.

Sin embargo, estos grupos no parecen abandonar, a diferencia de la dirigencia, el discurso del MEU. Observamos una separación creciente entre la dirigencia del MEU, cada vez más conciliadora con las autoridades, y las bases estudiantiles que le dieron vida. La división del movimiento estudiantil parece evidente, más aún cuando la convocatoria a actividades de presión convocadas por el MEU no sólo es ignorada por la masa estudiantil, sino además que son claudicadas las posiciones de rechazo a las arbitrariedades de las autoridades, a la primera convocatoria de estas para conciliar. Estos vaivenes reformistas y conciliadores de la dirección del MEU provocan la desmoralización y apatía de la masa estudiantil

Como otras iniciativas de los años anteriores, de continuar con esa política reformista y conciliadora, el MEU está condenado a morir. Y si bien es inevitable un proceso dialéctico, en especial en un movimiento estudiantil, el MEU lleva consigo más de 6 años de lucha y organización por intentar construir una nueva UNAH. La participación estudiantil en la construcción de una nueva normativa académica expone la visión de los estudiantes en los procesos académicos, políticos y científicos de la UNAH; sin significar un proceso acabado, comprende un ejercicio por reestructurar el poder y la incidencia que los estudiantes deben tener en la democratización de la Educación Superior.

La garantía acordada por el MEU para esta etapa era la organización de las Asociaciones a nivel nacional; el REE consensuado velaría su conformación en procesos electorales democráticos e incluyentes. Sin contar con estrategias y plazo socializados, la legitimidad del MEU en la construcción de la NA parece romperse cuando, sectores anquilosados en prácticas partidistas de los 80’s como la Fuerza Universitaria Revolucionaria (FUR) y el Frente Unido Universitario Democrático (FUUD), este último ligado al gobernante Partido Nacional, son tomados en cuenta por las autoridades para, a su vez, deslegitimar las deliberaciones “autónomas” del movimiento.

Defender la democratización de las Asociaciones

El MEU ha demostrado en los últimos meses inclinarse más al posicionamiento burocrático y mediático, ignorando problemáticas nacionales como la privatización de la energía eléctrica, las reformas ilegales para la reelección de JOH, crecimiento de la violencia, etc.; problemáticas que años anteriores eran respondidas de forma directa y activa por el movimiento estudiantil universitario –sin exclusividad ni patentes en ese entonces–.

Sin los escenarios claros, ni un trabajo de base que no sea una estrategia electoral disimulada, el MEU parece perder posibilidad de dirigir los procesos del próximo año, y además, llevar a la lucha estudiantil en un período de inmovilización y silencio, tal como el sector docente general en Honduras. Las actuales Asociaciones, iniciativas autónomas, deben reposicionarse en la dirigencia del MEU y proponer una dirección activa, capaz de socializar las discusiones en los espacios políticos del movimiento, y profundizar, en forma permanente, las asambleas que exterioricen y vuelvan a dar voz a la masa estudiantil de la UNAH.