Por Luz Angélica Mencía

Luego de un largo proceso de lucha, agotando todos los recursos disponibles por la vía de la negociación, hasta llegar a los procesos propios de los movimientos sociales como lo son las protestas colectivas, movilizaciones internas, plantones y la toma general de todos los centros regionales de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), se ha venido dando una serie de acciones por parte de las autoridades universitarias para extinguir el proceso de reclamo legitimo del estudiantado.

Acciones en el marco de la ilegalidad y confabulados con el Ministerio Público de Honduras, actos tan sucios como requerimientos fiscales, órdenes de captura, amenazas de desalojo, violación a la autonomía universitaria por parte de las fuerzas militares represoras del estado, en contra de los compañeros y compañeras presentes en la lucha, dejando a la vista de la sociedad hondureña, la persecución política por parte de las autoridades hacia el estudiantado.

Luego del desalojo del 1 de junio, el proceso de dialogo del Movimiento Estudiantil Universitario (MEU), autoridades, mesa mediadora y firma del acuerdo, ha sido evidente que la falta de una línea política del movimiento estudiantil, la falta de experiencia para negociar, el interés personal por sobre el del colectivo de perfilar en una planilla electoral por parte de cierto sector del movimiento. Encerrarnos solamente en la lucha contra las normas académicas sin llevar una propuesta clara, el retorno prematuro a las clases, el desgate emocional y físico al que jugaron las autoridades por casi 70 días de toma, así como el mantenernos entretenidos con el tema de los compañeros y compañeras con procesos de judicialización, son factores que deben evaluarse. Las próximas elecciones de carrera, la inmadurez y en muchos casos la indisciplina organizativa del movimiento, han logrado que hoy por hoy el MEU y sus activistas hayan caído en una pasividad llevándolo casi su desarticulación.

De continuar esta tendencia, el movimiento estudiantil perdería su protagonismo como eje de conducción de lo que pudo ser un nuevo levantamiento de la sociedad en contra de un sistema burocrático y autoritario. Tenemos que saldar la deuda histórica del frente nacional de resistencia popular (FNRP) que surgió, de igual manera que el MEU, por la inconformidad contra un sistema político que día a día nos enferma. Como sociedad y en el imaginario colectivo del estudiantado esta victoria parcial que obtuvimos a través de la firma del Acuerdo con las autoridades universitarias, es vista como la victoria del movimiento. Aunque haya descendido el nivel de lucha de manera coyuntural, está intacta la victoria obtenida

La vanguardia estudiantil que surgió en la reciente lucha en la UNAH, no tiene nexo orgánico o político con las generaciones anteriores, es completamente nueva, no tiene experiencia ni formación política, lo que nos plantea enormes desafíos. Es una ventaja y al mismo tiempo una desventaja. Solo con la claridad política de lo que ha ocurrido y con la voluntad de continuar la lucha, podernos garantizar que el MEU no se extinga o debilite como ocurrió con otras organizaciones antecesoras.

El MEU no debe convertirse en frente estudiantil más o una federación más, que termine siendo absorbida por el sistema autoritaria dentro de la UNAH. Por ello debemos elaborar un balance, mediante la discusión democrática, de los logros y los errores cometidos. La experiencia obtenida no se debe disipar, sino que al contrario la debemos conservar ya que esto es la única garantía de que volvamos a triunfar cunado la lucha se reinicie, porque más temprano que tarde volverán a surgir las contradicciones con rectoría.

Debemos luchar por crear un movimiento estudiantil combativo que participe activamente, al lado de los trabajadores y sectores populares, en la lucha por transformar Honduras. En pocas palabras, el movimiento estudiantil debe coadyuvar al desarrollo de la revolución social.

Ahora queda el trabajo paciente de hormiguitas de redireccionar el proceso, o terminaremos dejando una gran deuda histórica.

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