Por Armando Tezucún

La izquierda revolucionaria guatemalteca se ha desarrollado en los últimos quince años en un difícil entorno político marcado por el duro período de represión por parte de los gobiernos militares de los años 60s, 70s y 80s. Las acciones contrainsurgentes, asesoradas y financiadas por el imperialismo estadunidense, aniquilaron cuidadosamente a gran parte de las dirigencias políticas y sindicales de la izquierda guatemalteca.

El Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) sufrió el asesinato y desaparición de equipos de dirección completos. Numerosos catedráticos universitarios de izquierda, dirigentes estudiantiles y sindicales (el caso más trágico fue el secuestro de 27 dirigentes de la CNT en 1980), fueron vilmente liquidados en las oleadas represivas con las que los militares respondieron, tanto a las luchas populares de las masas urbanas y campesinas, como a las acciones de las guerrillas.

La eliminación de toda una generación de luchadores e intelectuales de izquierda provocó una ruptura en la continuidad del pensamiento y acción revolucionarios en Guatemala; las nuevas generaciones de jóvenes no recibieron la herencia del ideario socialista revolucionario por falta de mentores y de estructuras partidarias que realizaran esa tarea. A esto contribuyó también la desaparición de la Unión Soviética y el Bloque Socialista, la restauración del capitalismo en esos países y en la República Popular China, y la expansión a nivel mundial de ideas de derecha que dieron por sentado que el socialismo ya era cosa del pasado.

Pero al interior de país, también contribuyó el proceso de firma de la paz entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y el Estado, y la posterior evolución política de la exguerrilla. Al convertirse en un partido legal, la Urng dedicó todos sus esfuerzos a la participación en procesos electorales, con el fin de llegar al gobierno por esa vía; para ello ha entablado alianzas con pequeños partidos de centro izquierda o con partidos que han surgido de rupturas en su seno, teniendo magros resultados una y otra vez. Pero descuidó el trabajo de masas; esto provocó un proceso de atomización del movimiento popular, surgiendo diversas organizaciones sindicales y campesinas dirigidas por miembros de la Urng, pero que han evolucionado por su propia cuenta y tienen sus propias orientaciones. Añadido a esto, la Urng no reconoce el marxismo como su pensamiento político oficial, sino se acerca al pensamiento socialdemócrata.

En este contexto, han surgido nuevas opciones de izquierda. A partir de 2003 se funda un nuevo PGT, esta vez con una línea radicalizada, en la misma corriente de los partidos comunistas que rompieron con el proceso de derechización de los antiguos Pcs pro-soviéticos. Hace unos pocos años surgieron el Proyecto Socialista Unido y las Juventudes Comunistas de Guatemala. En el occidente del país se formaron otros grupos, como la Juventud Guevarista. En 2008 el núcleo de la sección guatemalteca del Partido Socialista Centroamericano.

Por otro lado, el Comité de Desarrollo Campesino (Codeca), está impulsando la inscripción de su partido Movimiento Para la Liberación de los Pueblos, con la intención de participar en el próximo proceso electoral de 2019. Codeca tiene un programa político que no es claramente anticapitalista, sino más bien reformista, pero tiene la fuerza de una base social sólida y el prestigio de numerosas luchas que ha dirigido. Por esta razón es muy posible que se convierta en el nuevo polo electoral de la izquierda, captando a mucha de la militancia indecisa de Urng, superando electoralmente a ésta, a Convergencia y a las otras opciones de la izquierda electoral que se preparan a participar.

Pero lo que más afecta al movimiento popular es la falta de unidad entre sus diversas corrientes. En el pasado reciente ha sido notoria la división en el seno del movimiento campesino, pues hemos visto movilizaciones del Comité de Unidad Campesina (CUC) y sus aliados, y a las pocas semanas a Codeca y sus organizaciones afines en las calles, manifestando por demandas parecidas. Entre los trabajadores estatales, existen infinidad de sindicatos pequeños en salud, cada uno con su lucha particular y su propio pacto colectivo; y en el sindicalismo magisterial hay una pugna irreconciliable entre el sindicato mayoritario y los pequeños sindicatos independientes.

En el caso de los partidos y organizaciones de izquierda, solo hay acuerdos y alianzas entre la izquierda electoral, que a veces no duran más de una campaña. Entre la izquierda no electoral ni siquiera hay intentos de diálogo o acciones conjuntas.

Por ello pensamos que el momento es más que propicio para iniciar un proceso de diálogo e intercambio de ideas entre las agrupaciones de izquierda, e individuos sin partido, ex militantes de diversas organizaciones, que están a la búsqueda de un proyecto en el que centrar su accionar político. Este proceso debería culminar en un plan de acción unitaria revolucionaria, para intervenir en las luchas más importantes que desarrollan los trabajadores, campesinos, indígenas y sectores populares.